miércoles, 23 de enero de 2008

MICROENSAYO: ALIANZA CIVILIZACIONES

ALIANZA DE CIVILIZACIONES

Dr. JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO
Profesor del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias- Sede Gran Canaria (ISTIC)
Publicado en La Provincia DLP , Las Palmas de Gran Canaria22 de agosto de 2005, p. 20.

En sus vacaciones lanzaroteñas, -según recogen los medios de comunicación-, el presidente Rodríguez Zapatero ha reservado tiempo para reflexionar sobre la Alianza de Civilizaciones; una propuesta de globalidad política que ha dado a conocer en reiteradas ocasiones y en la que viene poniendo gran empeño. A nadie se le esconde que se trata de un tema tan oceánico como el mismo mar que contemplará a diario el Presidente desde La Mareta. Por desgracia las vacaciones no dan para mucho, aunque contando con el sosiego del tiempo y del espacio, la reflexión incrementa sus posibilidades y hasta las cuestiones más complejas se encaran con optimismo.

Que la Alianza de Civilizaciones representa una cuestión de gran envergadura no lo vengo a descubrir ahora, ni tampoco el Sr. Rodríguez Zapatero es el primero en destacarlo. En el ámbito español tendríamos que retrotraernos al siglo XVI para encontrarnos con el pensamiento del fraile dominico Francisco de Vitoria, profesor de Teología en Salamanca y considerado como uno de los fundadores del Derecho Internacional, y de su hermano de orden religiosa Bartolomé de Las Casas, defensor de los indios y de la colonización pacífica. Estas mínimas referencias hacen justicia con nuestra historia, y obviamente justifican la Alianza de Civilizaciones como proyecto no sólo de un gobierno determinado, sino de un Estado, Pueblo o Cultura con denominación española. Sin ninguna duda, hoy son necesarios más criterios que la hagan creíble, y el más elemental no es otro que el del consenso parlamentario. En términos de sabiduría universal, ya se sabe que nadie da lo que no tiene.

En otra clave diferente, pero no tan contrapuesta por lo que más adelante precisaré, la mirada a las Civilizaciones la desempolvó hace una década el profesor de la Universidad de Harvard S. P. Huntington, a raíz de su libro The clash of civilizations and the remaking of world order. La polémica en círculos intelectuales se encendió de inmediato a tenor de una cosmovisión que descree de la convivencia pacífica entre las civilizaciones actuales. Los atentados terroristas del 11-S en Nueva York desencantaron la paz estereotipada de un mundo adulterado. No sé si aquel día a todos se nos cayeron las vendas de los ojos, pero desde entonces los habitantes del Mundo Enriquecido vemos el mundo más amenazado por la violencia y no dejamos de sentir temor por el futuro (los atentados en Moscú, Bali, Madrid, Londres, Egipto...)

Si para el profesor de Estudios Estratégicos S.P. Huntington las civilizaciones tienden a “chocar”, para el presidente Rodríguez Zapatero la “alianza” es el medio y el fin. Entre una y otra idea media un abismo. El “choque” predetermina valores y actitudes de desconfianza, de precaución y sospechas mutuas, de integrismo de identidades (comunalismo) y demostración de la fuerza. La palabra Alianza, en cambio, remite a experiencias humanas de paz, convivencia y ayuda. Por eso mismo es una palabra preñada de resonancias espirituales y teológicas, que simboliza la entraña religiosa establecida como relación salvífica entre Dios y el sujeto humano. Indudablemente, aceptar una u otra opción, el “choque” o la “alianza”, conlleva considerables diferencias en cuanto a decisiones políticas y modos de hacerse cargo de la realidad.

Mi interés por la cuestión no es más político que teológico. Viene asociado al estudio que me ocupa en general sobre el diálogo religioso. Un camino cuyo recorrido se inició hace más de un siglo, a partir del Parlamento Mundial de las Religiones celebrado en Chicago en 1893. El horizonte que se abrió en aquella fecha histórica supera el marco religioso y se inserta en la dimensión universal de los valores humanos tal como se puso de manifiesto en el Forum celebrado en Barcelona durante el año 2004. A este respecto poco más puedo añadir a lo expuesto por el teólogo católico Hans Küng: “No hay paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No hay paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No hay diálogo entre las religiones sin normas globales éticas. No hay supervivencia de nuestro Planeta sin una ética universal”.

Desconozco los detalles de la propuesta de Alianza de Civilizaciones, pero presumo que la perspectiva religiosa está contenida y además seguida muy de cerca tal como se ha desarrollado en foros patrocinados por la ONU y la UNESCO. De lo contrario estaríamos ante una propuesta deficitaria y abocada al fracaso, entre otras razones porque vendría a refrendar lo obvio de estas instituciones internacionales ya constituidas. En las cuestiones de trascendental calado, el fracaso debido a planteamientos deficientes se traduce en el ridículo. A mi entender la Alianza de Civilizaciones no es posible si no cuenta con las religiones. La idea de Hans Küng es harto evidente: las religiones forman parte sustancial de la lucha humana por la justicia. Y contar con las religiones ya comprometidas en este proceso de diálogo universal, o de alianza, garantiza no el choque de las civilizaciones sino su encuentro auténtico o alianza.

Pero, ¿qué se puede aprender del recorrido heredado del diálogo interreligioso, para incorporar a la Alianza de Civilizaciones? Nada hay más importante que el diálogo; tampoco nada más difícil de llevar a cabo. La quiebra del acto comunicativo más elemental se inicia por la falta de confianza entre los interlocutores. En el diálogo interreligioso todavía es necesario clarificar qué límites conlleva el dialogar. Por ejemplo, si se propone abiertamente y sin menoscabo la identidad de cada participante. Se ha observado que el diálogo se enquista cuando se desprecian las diferencias, porque además de perderse la identidad se falsea el respeto mutuo. Aquí se hace efectivo el dicho de ¡acéptame como soy!.

El problema del diálogo, a mi modo de ver, radica en la paradójica resistencia humana a la alteridad. En el OTRO existimos y somos, viene a decir la mejor filosofía española del siglo XX, desde Ortega a Zubiri, Marías, Laín y María Zambrano; o Levinas y Ricoeur en Francia. No hay religión o civilización donde no se tenga por principio no hacer al otro lo que no quieres que te hagan. Y a pesar de todo, la paradoja: la alteridad se siente como amenaza y no como en realidad es, la posibilidad de constituirse el yo, de la comunicación (lenguaje), de amar y ser amado. Trasladándome al escenario del diálogo entre Civilizaciones, las dificultades son similares: el diálogo en sí y también la definición de la identidad de cada cultura (y en este aspecto basta recordar el conflicto surgido en torno a la identidad europea a consecuencia del proyecto de “constitución” de los países miembros de la Unión).

Me imagino que de todo esto y más se debatirá en la reunión prevista para noviembre en las Islas Baleares. Es otro paso adelante en el proyecto de Alianza de Civilizaciones. A nadie se le oculta que todavía queda mucho camino por recorrer. Una vez puestos a caminar no faltan los rigores del camino, a veces la euforia y a veces el desánimo, el andar rápido y la incertidumbre que llega con cada encrucijada. A pesar de todo hay algo muy seguro, y de lo que da fe el diálogo emprendido entre las religiones: una vez iniciado el camino, ya no hay marcha atrás.

Espero que la Alianza de Civilizaciones no sea un nuevo recorrido, una nueva aventura ingeniada para satisfacer vanidades políticas. No encuentro ningún inconveniente para que sea la línea programática de la política internacional española, y como tal se inserte en el entramado internacional de procesos de diálogo, justicia y paz, que de múltiples formas se llevan a cabo en el mundo. Un ejemplo que viene al caso es la Iniciativa Global Clinton, con cita para los próximos días 15, 16 y 17 de septiembre en Nueva York, donde participará el jefe del Gobierno español, y cuyos objetivos se concretan en erradicar el hambre y la pobreza del mundo, utilizar la religión para resolver conflictos, aplicar nuevas estrategias empresariales y tecnológicas para luchar contra el cambio climático y reforzar las prácticas de buen gobierno.

Si para el ritual de inicio de esta singladura se ha elegido a las Islas Baleares, la travesía de la Alianza de Civilizaciones tiene en las Islas Canarias un enclave simbólico donde recalar en algún momento; por estas tierras y agua los caminos del mar se entrecruzan, tres continentes se dan la mano, y el soplar del viento africano nos impide ignorar el sufrimiento de millones de empobrecidos: ahora mismo los hambrientos de Níger, el ruido de sables en Mauritania, y desde hace tiempo la invasión del pueblo saharaui condenado a perderse en el desierto.

No hay comentarios: