miércoles, 23 de enero de 2008

MICROENSAYO: LECTURA

LA LECTURA COMO CORTESÍA

Por: José Manuel Castro Cavero, Doctor en Teología y profesor del Centro Teológico de Las Palmas (CET).

PUBLICADO en La Provincia/ DLP, el 31 de octubre de 2002, en CULTURA nº717, p. 42/IV.


La revista CLIJ, abreviatura de un título más largo para una publicación de referencia, Cuadernos de literatura infantil y juvenil, en su número correspondiente al mes de enero de 2002, recoge los siguientes datos: según estudios de la OCDE el 16 por ciento de los españoles llega a los 15 años con graves dificultades para leer, comprender e interpretar correctamente un texto. El 40 por ciento de los estudiantes varones se declara no lector, salvo por obligación escolar. Ante este panorama desolador, donde el 30% de españoles no lee nada ni “nunca jamás”, la directora de la revista Victoria FERNÁNDEZ, pide un urgente pacto político, capaz de aunar esfuerzos para levantar un plan conjunto que permita hacer frente a la calamitosa realidad de la lectura en España (www.revistaclij.com).

¿Por qué entre nosotros se desprecia de manera tan exagerada la lectura? Tomaré como punto de partida la siguiente idea: no leemos por el esfuerzo de leer. Se trata del efecto contradictorio que provocan la mayoría de proyectos de iniciación a la lectura contaminados de la satisfacción inmediata. Afortunadamente este modelo de iniciación era desconocido cuando aprendí a leer. Recuerdo mi experiencia y no justifica en absoluto que leer sea fruto de un ejercicio a pierna suelta, sin esfuerzo. Afirmar algo así, no difiere del engaño que vende aprender un idioma extranjero en diez días o en un mes. La verdadera iniciación a la lectura debe inspirarse en una verdad fundamental: el acto de leer exige su propia disciplina. Leer es un arte y como tal se aprende, se busca perfeccionar, es una disciplina sempiterna. Nadie nace lector o lectora, nos hacemos y así morimos.

En el camino que va a dar en la lectura afianzada como arte y sensibilidad se tropieza en no pocos errores imprevistos, que desnaturalizan el destino prefigurado. Para que nadie se quede a mitad de camino, mordiendo el desencanto del, “esto no es lo que me prometieron”, se precisa mostrar con nobleza toda la verdad al caminante. Mis sospechas se dirigen a una iniciación a la lectura planteada equivocadamente, por lectores bajo el síndrome “Madame Bobary”, de quien lee atascado en la superficialidad. Esta iniciación a la lectura que me hace sospechar es portadora de un cortocircuito contra el acto mismo de leer. Si alguien me habla de la lectura como un juego estupendo, emocionante, con el que se compatibiliza la diversión con el aprender, donde se desarrolla la imaginación.... y todo esto sin esfuerzo... pero, al hacer la prueba tengo que privarme de ofertas infinitamente más apetecibles, más cómodas y de gratificación inmediata... deduciré, con muy buen juicio que me han embaucado. ¡Que lean otros!.

En torno a la lectura como acto (acto de leer) giran muchos aspectos, porque leer no es un gozo egoista, aislado, semejante a un sujeto portador de patologías fóbicas. Para leer es necesario un valor que no está de moda: la cortesía. La cortesía con el libro se debe a que éste sirve al espíritu, como lo entendía en la edad Media Alcuino de York, sabio al servicio de Carlomagno: “escribir libros es mejor que plantar cepas ya que quien planta cepas está sirviendo a su estómago pero el que escribe libros está sirviendo a su alma”. La cortesía aparece ésta cuando se asoma uno a los libros, cuando siente necesidad de leer, de aprender y dolorosamente de ver cuánto de lo escrito se quedará perdido a los ojos de uno para siempre. Me preocupa, personalmente qué leer, pero no desaparece lo que jamás podré acompañar con mi vista, introducirme en el pensamiento de otros autores. En esto consiste la cortesía de la presencia, casi un misterio.

Entendido así el acto de leer, creo necesario afirmar que, la lectura se potencia en la escuela, pero no solamente con la labor del profesorado adscrito al departamento de lengua y literatura. La tarea como tal es interdisciplinar, también en matemáticas hay literatura, y en religión, y en plástica y en educación física, y en la biblioteca, y en la familia... ¡Claro que lo hay, pero se ha perdido la cortesía de leer!

Para mi propuesta de enseñar a leer voy a seguir algunos de los postulados de un humanista destacado, de un lector empedernido como es G. Steiner. Aunque su reflexión tenga tonos de elitismo, se presenta oportuna, crítica y estimulante. Leer sin disciplina es el camino que hemos seguido hasta ahora, desde hace décadas y el resultado nos aproxima a la frustración; por favor, ¡que desaparezca tal método!. Hace tiempo, a un escritor de medio pelo (lector minúsculo como cabe suponer) le escuché sentenciar en una conferencia precisamente a alumnos de instituto que la lectura “engancha” cuando se lee por diversión, para pasarlo bien, y si el libro ofrece dificultades lo mejor es “abandonarlo”. Tamaña estupidez es común escucharla entre iniciadores a la lectura. Ya me dirán entonces qué futuro nos aguarda. La lectura no desaparecerá, pero la televisión y otros medios “internautas” suplirán la letra por las imágenes, el “sudor” de leer por la comodidad de mirar, el mirar imágenes como quien oye llover.

La directora de la revista CLIJ, publicación con la que iniciábamos esta breve apología de la lectura, apunta a una parte del problema. Sabido que la literatura infantil y juvenil es un primer paso para aprender a leer, para cogerle gusto y tacto a los libros, para dispensarles cortesía. Hasta no hace muchos años a este género literario se lo consideró “sin ningún interés cultural”, de uso exclusivamente escolar, cuando en realidad se trata de un género muy digno de ser defendido, “que, como ocurre con la literatura para adultos, está hecho de grandes obras (pocas), propuestas interesantes (algunas), mediocridades (abundantísimas) y los inevitables productos comerciales”. La revista nació como respuesta frente a este vacío: ser “instrumento de información para los intermediarios adultos, profesores, bibliotecarios, libreros, padres, editores, desorientados ante el gran volumen de títulos publicados y la ausencia de crítica especializada”. El panorama de la lectura no presenta muy buenas vistas, por tal motivo se hace urgente el debate sobre el fomento de la lectura, “reclamando políticas culturales sólidas, con atención preferente a la infancia, como única vía para crear ese ambiente social favorable al libro, imprescindible para consolidar hábitos lectores” (V. Fernández, Directora de CLIJ, en ABC Cultural, nº 523, 2 de febrero de 2002, p. 26).

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