miércoles, 23 de enero de 2008

MICROENSAYO: LECTURA

LA LECTURA COMO CORTESÍA

Por: José Manuel Castro Cavero, Doctor en Teología y profesor del Centro Teológico de Las Palmas (CET).

PUBLICADO en La Provincia/ DLP, el 31 de octubre de 2002, en CULTURA nº717, p. 42/IV.


La revista CLIJ, abreviatura de un título más largo para una publicación de referencia, Cuadernos de literatura infantil y juvenil, en su número correspondiente al mes de enero de 2002, recoge los siguientes datos: según estudios de la OCDE el 16 por ciento de los españoles llega a los 15 años con graves dificultades para leer, comprender e interpretar correctamente un texto. El 40 por ciento de los estudiantes varones se declara no lector, salvo por obligación escolar. Ante este panorama desolador, donde el 30% de españoles no lee nada ni “nunca jamás”, la directora de la revista Victoria FERNÁNDEZ, pide un urgente pacto político, capaz de aunar esfuerzos para levantar un plan conjunto que permita hacer frente a la calamitosa realidad de la lectura en España (www.revistaclij.com).

¿Por qué entre nosotros se desprecia de manera tan exagerada la lectura? Tomaré como punto de partida la siguiente idea: no leemos por el esfuerzo de leer. Se trata del efecto contradictorio que provocan la mayoría de proyectos de iniciación a la lectura contaminados de la satisfacción inmediata. Afortunadamente este modelo de iniciación era desconocido cuando aprendí a leer. Recuerdo mi experiencia y no justifica en absoluto que leer sea fruto de un ejercicio a pierna suelta, sin esfuerzo. Afirmar algo así, no difiere del engaño que vende aprender un idioma extranjero en diez días o en un mes. La verdadera iniciación a la lectura debe inspirarse en una verdad fundamental: el acto de leer exige su propia disciplina. Leer es un arte y como tal se aprende, se busca perfeccionar, es una disciplina sempiterna. Nadie nace lector o lectora, nos hacemos y así morimos.

En el camino que va a dar en la lectura afianzada como arte y sensibilidad se tropieza en no pocos errores imprevistos, que desnaturalizan el destino prefigurado. Para que nadie se quede a mitad de camino, mordiendo el desencanto del, “esto no es lo que me prometieron”, se precisa mostrar con nobleza toda la verdad al caminante. Mis sospechas se dirigen a una iniciación a la lectura planteada equivocadamente, por lectores bajo el síndrome “Madame Bobary”, de quien lee atascado en la superficialidad. Esta iniciación a la lectura que me hace sospechar es portadora de un cortocircuito contra el acto mismo de leer. Si alguien me habla de la lectura como un juego estupendo, emocionante, con el que se compatibiliza la diversión con el aprender, donde se desarrolla la imaginación.... y todo esto sin esfuerzo... pero, al hacer la prueba tengo que privarme de ofertas infinitamente más apetecibles, más cómodas y de gratificación inmediata... deduciré, con muy buen juicio que me han embaucado. ¡Que lean otros!.

En torno a la lectura como acto (acto de leer) giran muchos aspectos, porque leer no es un gozo egoista, aislado, semejante a un sujeto portador de patologías fóbicas. Para leer es necesario un valor que no está de moda: la cortesía. La cortesía con el libro se debe a que éste sirve al espíritu, como lo entendía en la edad Media Alcuino de York, sabio al servicio de Carlomagno: “escribir libros es mejor que plantar cepas ya que quien planta cepas está sirviendo a su estómago pero el que escribe libros está sirviendo a su alma”. La cortesía aparece ésta cuando se asoma uno a los libros, cuando siente necesidad de leer, de aprender y dolorosamente de ver cuánto de lo escrito se quedará perdido a los ojos de uno para siempre. Me preocupa, personalmente qué leer, pero no desaparece lo que jamás podré acompañar con mi vista, introducirme en el pensamiento de otros autores. En esto consiste la cortesía de la presencia, casi un misterio.

Entendido así el acto de leer, creo necesario afirmar que, la lectura se potencia en la escuela, pero no solamente con la labor del profesorado adscrito al departamento de lengua y literatura. La tarea como tal es interdisciplinar, también en matemáticas hay literatura, y en religión, y en plástica y en educación física, y en la biblioteca, y en la familia... ¡Claro que lo hay, pero se ha perdido la cortesía de leer!

Para mi propuesta de enseñar a leer voy a seguir algunos de los postulados de un humanista destacado, de un lector empedernido como es G. Steiner. Aunque su reflexión tenga tonos de elitismo, se presenta oportuna, crítica y estimulante. Leer sin disciplina es el camino que hemos seguido hasta ahora, desde hace décadas y el resultado nos aproxima a la frustración; por favor, ¡que desaparezca tal método!. Hace tiempo, a un escritor de medio pelo (lector minúsculo como cabe suponer) le escuché sentenciar en una conferencia precisamente a alumnos de instituto que la lectura “engancha” cuando se lee por diversión, para pasarlo bien, y si el libro ofrece dificultades lo mejor es “abandonarlo”. Tamaña estupidez es común escucharla entre iniciadores a la lectura. Ya me dirán entonces qué futuro nos aguarda. La lectura no desaparecerá, pero la televisión y otros medios “internautas” suplirán la letra por las imágenes, el “sudor” de leer por la comodidad de mirar, el mirar imágenes como quien oye llover.

La directora de la revista CLIJ, publicación con la que iniciábamos esta breve apología de la lectura, apunta a una parte del problema. Sabido que la literatura infantil y juvenil es un primer paso para aprender a leer, para cogerle gusto y tacto a los libros, para dispensarles cortesía. Hasta no hace muchos años a este género literario se lo consideró “sin ningún interés cultural”, de uso exclusivamente escolar, cuando en realidad se trata de un género muy digno de ser defendido, “que, como ocurre con la literatura para adultos, está hecho de grandes obras (pocas), propuestas interesantes (algunas), mediocridades (abundantísimas) y los inevitables productos comerciales”. La revista nació como respuesta frente a este vacío: ser “instrumento de información para los intermediarios adultos, profesores, bibliotecarios, libreros, padres, editores, desorientados ante el gran volumen de títulos publicados y la ausencia de crítica especializada”. El panorama de la lectura no presenta muy buenas vistas, por tal motivo se hace urgente el debate sobre el fomento de la lectura, “reclamando políticas culturales sólidas, con atención preferente a la infancia, como única vía para crear ese ambiente social favorable al libro, imprescindible para consolidar hábitos lectores” (V. Fernández, Directora de CLIJ, en ABC Cultural, nº 523, 2 de febrero de 2002, p. 26).

MICROENSAYO: ESTÉTICA

LA SOSPECHA ESTÉTICA

De: José Manuel Castro Cavero, Doctor en Teología y profesor del Centro Teológico de Las Palmas (CET).
Publicado en el suplemento CULTURA, nº 700 de La Provincia/ Diario DLP, jueves , 4 de julio de 2002, p. IV/40.


¿Se puede seguir justificando el argumento de que la barbarie germina de la ignorancia? ¿No será este argumento un lujo que los intelectuales sacan de sus mangas para disculpar sus traiciones? El dogma ilustrado, luego retranqueado por los izquierdismos travestidos de gauche al caviar, han predicado que la educación libera de los fantasmas, borra diferencias sociales, trae el cielo a la tierra. En contra de este ejército de salvadores malgrée lui, se halla la derechona, mutada en fascismos, la patria de los iletrados, comandados por aquel muerto viviente que fue Millán Astray, asesino de la inteligencia ante el gran sacerdote salmantino don Miguel de Unamuno.

La Historia, como manual de uso que recobra memoria allí donde queda traicionada, desmiente el famoso cantar de gesta de que con escuela pan y cebolla, como en las lunas de miel. Un ejemplo palmario fue el Holocausto, sucedido en e el siglo XX, dentro del corazón de Europa, en el país más desarrollado y con el más alto nivel de formación por entonces, en la Alemania de la monja Hrotsvita (s. X), san Alberto Magno, Meister Eckhart, Lutero, Bach, Kant, Goethe, Hegel, Schleiermacher, Hölderlin, Planck, Heisenberg, Einstein, Rosa Luxemburg, E. Nolde, W. Gropius, E. Stein, D. Bonhoeffer... En enero de 1942 quince jerarcas del III Reich se reunieron frente al lago en el barrio de Wansee, para diseñar el exterminio o solución final de los judíos europeos. De los reunidos, dos terceras partes contaban con títulos universitarios....la inteligencia puesta al servicio de liquidar a 11 millones de judíos que poblaban Europa. La conciencia no fue la última barricada que resistió tal barbarie. Las actas de aquella conferencia de Wansee se conservan en un legajo del ministerio de asuntos exteriores descubierto en 1947. La cultura, en este y en otros casos, fue comadrona de la aniquilación, se puso al servicio del verdugo. No fueron los últimos intelectuales al servicio de la barbarie, ...y los colaboracionistas franceses (Celine, Brasillach, Drieu de la Rochelle....), los viajeros a la URSS y a Cuba como paraísos perdidos donde no se oían los lamentos desde los Gulags y el corredor de la muerte que era (es) todo el país. Wansee quebró el dogma ilustrado y no queremos creerlo.

Dos cuestiones, entre otras muchas, me sugiere este problema. ¿Podemos hacer poesía y rezar después de Ruanda?. De un lado cómo hacer frente a la barbarie desde la cultura. Por otro, si existe algo parecido a la cultura después de la barbarie. Ambas cuestiones permanecen abiertas desde siempre aunque han recobrado fuerza en el siglo XX. No, los cultos no son los que nos salvan a todos, y mucho menos a las víctimas. Los cultos sólo saben salvarse a sí mismos. Para qué dar nombres. Piense cada lector en su letanía, en las traiciones de los intelectuales para decirlo con el francés J. Benda. ¿Quién salva a la víctima de las garras del verdugo? La salvación de la víctima la trae quien sabe de la sabiduría y en ella se compromete, quien es oyente de lamentos a distancias infinitas. La ética por sí misma es una diosa pequeña que no enamora lo suficiente como para abandonarla por otra más joven, atractiva y divertida. La cultura entendida como sabiduría es un camino agónico por el que nos hacemos cargo de la realidad: compasión (el otro)-praxis (acción)-contemplación (transcendencia). Un camino que me hace insoportable ser feliz si todavía queda una insignificante injusticia en el mundo. Picasso y Dalí, ahogados de producción y mercado frente a van Gogh, el inútil vendedor de su propio arte. La cultura traducida en dinero. ¿Quién desearía para sí la vida errante de van Gogh? Desde que la cultura es cosa de ricos, y está en manos de las instituciones y casas de subastas, no puede salvar.... porque, entonces, la cultura se entiende como tener y justamente su trascendencia queda arrancada de cuajo. La cultura es ser, una manera de ser que despliegue el núcleo humano que nos constituye en humanidad. Si la cultura no se hace sabiduría se queda en nada, no resiste el abrazo de la barbarie, no salva a nadie. El litigio entre Ruskin y Whistler persiste cien años después de haberse iniciado.

Cuenta Almudena Grandes en una entrevista de A. San Agustín, que Buero Vallejo la noche del 23-F reunió a sus hijos, cogió un libro y les empezó a leer El golpe de Riego. ¡Un libro contra un atisbo de barbarie, una lectura para responder al sobresalto!. Es el primer movimiento, iluminar la situación y no quedarse quietos. ¡No se paran tanques ni ejércitos con libros!. A los libros se los quema, y después de ellos a las personas. Los libros no detienen a los bárbaros, inmediatamente; hay que esperar a costa de sufrimientos y alimentar la esperanza. Al final triunfa la sabiduría resguardada en el libro, queda la memoria, incapaz de redimir a las víctimas, pero recogiendo su el clamor, urgiendo su respeto y la obligación de no olvidarlas. Después del siglo XX, la cuestión que inquieta a la intelectualidad es por su objeto. ¿Para que sirve la cultura? ¿Recupera a las víctimas?. ¡En absoluto!. Las víctimas no venden, no dan placer, crean insatisfacción (joden). A los artistas ya no les importa resistir a la barbarie, redimir a las víctimas, caso de Picasso. ¿Qué decir de su Guernica? ¿Y de su relación-colección al mismo tiempo con Dora Maar? Entonces, todo está permitido, ¡pintemos y vendamos! ¡adoremos al Dólar! ¡Dalí, descubridor y emperador de una Nueva Era!.

Ante la barbarie la cultura sin sabiduría se queda con la boca abierta, como el grito plasmado por Munch. Sólo nos queda gritar, en la memoria. Sólo la memoria, y precisamente ahora, la rechazamos. No queremos recordar, quizá para disfrutar más, mejor y al instante. Este círculo es infernal. Si olvidamos para ser felices, nuestra felicidad se está edificando sobre la barbarie. Nada nos conmueve; tenemos cristalizada la sensibilidad. Hemos desembocado en la soledad y se nos hace insoportable su presencia. ¡Estamos condenados! ¡Necesitamos salvación!. El arte ha llegado a su fin, escribe Danto. Un final que permite una nueva edad. Entender el arte, a lo Warhol, Beuys, y cómo no, también tenemos que citar a Duchamp, el inspirador del arte de la novedad por la novedad, es decir, el urinario público. ¿Puede un libro, una palabra, un cuadro, una partitura...detener las balas, abrir corredores de la muerte, recuperar a las víctimas?. ¿y si la desconfianza se cierne sobre los intelectuales? (P. Johnson). El arte contemporáneo ha ido por delante de todas las artes, de la filosofía y de la teología, ha imaginado más que estas.. Estamos en el arte después del arte. En el arte contemporáneo se observa la amenaza consciente de lo doloroso. Todo es posible, es la divisa del arte después del fin del arte. La compulsión de la novedad. ¡Sin sabiduría vence la barbarie!. Catherine Millet, ebria de cultura hizo realidad su sueño, follarse a la víctima.



Referencias bibliográficas: Arthur DANTO, La transfiguración del lugar común, Paidós, Barcelona 2002 (or. 1981)
Art. de J.A. MARINA, “La industrialización de la cultura”, El Cultural 5-6-2002, p. 3
GOMBRICH, La historia del arte, Barcelona 1997.

MICROENSAYO: REALIDAD

INTERPRETAR LA REALIDAD

Por: Dr. José Manuel Castro Cavero. Profesor en el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC-Sede Las Palmas).

Publicado el día 14 de octubre de 2004 en el suplemento CULTURAS (nº 817) de La Provincia/Diario de Las Palmas, p. V/45.



“Herido de realidad y en busca de realidad” (P. Celan)


La realidad lo abarca todo, de ella todos formamos parte, los seres vivos y las cosas, las esencias abiertas y las cerradas; constituye un conjunto armonioso y caótico, poliédrico y del que cabe entresacar interpretaciones de sentido o de nihilidad. La realidad la define el filósofo alemán H. Blumenberg, como la experiencia de la soledad y el silencio aterrador del cosmos. Los animales viven en la realidad instintivamente, en cambio los humanos somos realidad, eso quiere decir que la habitamos culturalmente y, más aún, nos es imposible separarnos de ella; por eso la interpretamos (la realidad se puede leer como las páginas de un libro) y buscamos su transformación; la realidad nos inquieta y la transcendemos aceptando el riesgo interpretativo y experiencial de explorar más allá. Vista así la realidad es un todo complejo, que nos supera y pone a prueba nuestras capacidades intelectivas y sentientes. La realidad, entonces, viene a ser totalidad, y en consecuencia, el razonar supone hacerse cargo de ella.

Existe la realidad como existe la Naturaleza y la Historia. Aquella da lugar a la exploración científica y ésta hace posible la narración, los relatos, las historias...Precisamente la tarea de contar historias remite a un horizonte cosmovisivo, o en otras palabras, donde se plantea el sentido, el proceso en el que las preguntas son más que las respuestas. De ahí, entonces que cada historia narrada se transmute en memoria tras luchar contra el olvido, creación del recuerdo, aprendizaje... origen de la Historia.

Por esto entiendo la urgencia y necesidad de plantear en las actuales circunstancias esta preocupación encaminada a interpretar nuevamente la realidad, con la meta de hacernos cargo más efectivamente de ella. De tal manera, que no seamos arrastrados por la corriente vertiginosa de sucesos enloquecedores, sino que abramos nuevos cauces de significado y orientación. La realidad es digna de ser interpretada y así lo exige, para entresacar todas sus posibilidades, que también son nuestras (de cada generación, de cada época, de cada persona). El efecto contrario es el síndrome de indiferencia o adormecimiento, el aceptar resignada y anticipadamente una derrota que sólo es imaginaria. Por esto, que el arte de interpretar la realidad, en el que se nos va la vida, precise de recursos, unos mejorables, otros novedosos.

Los virus, por ejemplo, fueron desconocidos por nuestros antepasados, hasta que la tecnociencia aportó nuevas posibilidades y capacidades de combatirlos, evitando de este modo un gran número de muertes. Nos ayudamos de este ejemplo para afirmar que la falta de recursos de interpretación, cuando se desconocen o, peor todavía, si se ignoran deliberadamente, paralizan el proceso de reflexión sobre la realidad y por lo tanto de conocer sus misterios. De seguir este proceder nos conformaremos con repetir vanamente lo entregado por generaciones anteriores. Consiguientemente estaremos manifestando nuestra incapacidad para crear nuevas utopías y esperanzas, significados actualizados. ¿Tendremos que esperar al futuro para lamentar imperdonablemente el abandono o pérdida de algunas creaciones culturales heredadas? Afortunadamente hemos tomado conciencia del deterioro ocasionado a la naturaleza, a manos de una sociedad que desprecia sus núcleos de civilización formulados como valores religiosos y éticos. Esta libertad responsable intergeneracional alcanza más dimensiones de la realidad que lo meramente ecológico. También nos alcanza en cuanto a la experiencia, la cultura y la historia. Salir de la caverna es posible, pero no está de nuestra mano salir solos; de la caverna y sus sombras se sale porque existen los otros, las cosas y el mundo (este es el fundamento de la razón de alteridad, si seguimos la filosofía de Levinas o Zubiri).

Una interpretación de la realidad hecha memoria milenaria se da en la experiencia religiosa. Múltiple como muestra la historia, sustancial como estudia la antropología, nuclear y estructural como entiende la fenomenología, con entidad propia como explica la psicología y configuradora de las sociedades como se desprende de las aportaciones de la sociología. Las religiones no se reducen a este complejo de ciencias diferentes, todavía precisa de otros saberes complementarios como la filología, la etnología, la filosofía, la teología, etc... Todo este entramado de saberes se precisan para desentrañar la vieja realidad que amaneció el 11 de septiembre sobre Manhattan, o nuestro 11 de marzo sobre Madrid. Mucho se ha escrito desde entonces, pero a mi entender superficializando excesivamente por lo que respecta a las dimensiones religiosas del suceso y sus consecuencias (guerra de civilizaciones, enfrentamiento del Islam contra el judeocristianismo, raíces religiosas de la violencia y del atraso de los pueblos...). No son de extrañar estas opiniones desafinadas, porque ni la escuela ni la universidad se ocupan de ejercer la ciudadanía multicultural, es decir de estudiar con rigor un hecho socio-cultural como el religioso; o, ¿en las facultades de Periodismo, Historia, Filología, Filosofía, Ciencias Políticas, Sociología, Psicología ... se estudia y dedica un solo crédito a capacitarse en una introducción al cristianismo, o al fenómeno religioso en general?. Indudablemente se opinará, pero arrastrando un sesgo torcido, el de interpretar sin recursos propios o con escaso fundamento y fidelidad al original. Si como sostiene un reconocido estudioso del fenómeno religioso, E. Trías, en el futuro la religión aparecerá con más fuerza, no es tarde para enderezar rutinas y rellenar vacíos.

La última obra del filósofo francés A. Glucksmann, donde analiza los atentados del 11-S: Dostoievski en Manhattan (ver Http://www.laffont.fr/) se hace eco del terrorismo nihilista, y la lucha contra esta barbarie comienza en el interior (conciencia) de cada persona. Este terrorismo nihilista es la desembocadura de los pueblos que no viven en un estado de derecho. No lo causa la miseria, porque miseria siempre ha habido y ricos también, y si la causa de este terrorismo nihilista fuese la miseria hace mucho que no habría ricos. El terrorismo nihilista es una tentación universal, de los estados, caso de Rusia en Chechenia, o de “organizaciones no gubernamentales” como ETA o ben Laden. El nihilismo dice, “todo está permitido”. Mañana, dicen, será otra cosa, pero hoy hay que destruir, matar, arrasar, sembrar el terror, para imponer en el futuro nuestros criterios. En el futuro, como recuerda F. Savater, con facilidad se olvida a las víctimas, y los terroristas impondrán la limpieza y el reconocimiento (borrón) de sus biografías a cualquier sociedad que por vivir tranquila se vende a cualquier acuerdo, acepta casi todo, firma sobre cualquier papel y se presta a desfigurar la realidad y banalizarla.

MICROENSAYO: MARÍA ZAMBRANO

EN EL CENTENARIO DE MARÍA ZAMBRANO

Por: José Manuel Castro Cavero
(Publicado el día 25 de noviembre de 2004 en el suplemento CULTURAS (nº 823) de La Provincia/Diario de Las Palmas, p. 50/VI)


“Una cultura depende de la calidad de sus dioses...”
María Zambrano


María Zambrano, reposa entre un limonero y un naranjo en el cementerio de Vélez-Málaga, donde nació en 1904. La originalidad de su pensamiento gira sobre dos goznes sólidamente anclados: lo humano y lo divino. Sobre ambas categorías logró tejer una filosofía de indudable originalidad y alcance. Gozaba de una capacidad privilegiada en la que se fusionan, de una parte el conocimiento sapiencial de la tradición milenaria que nos antecedente, de otra la lucidez intelectual para identificar las luces y sombras de la vida contemporánea, y de otra el apasionamiento propio de los profetas, el no cesar nunca de ponerle nombre al futuro.

Sus ideas incitan a que la conciencia despierte al sueño de Sócrates y al sueño de Cristo, a Grecia y al cristianismo, invitación a emprender el viaje de Atenas a Jerusalén a modo de camino simbólico que el ser humano en la vida real se ve obligado a transitar para conocerse a sí mismo (sólo sé que no sé nada) y entregarse a los demás (ama al otro como a ti mismo); senda del amor y del sacrificio. En Grecia vino a nacer el amor, entró en la conciencia como un despertar. Los mitos recogen esta experiencia de nacimiento. En las cosmogonías se narra figuradamente el paso del caos al orden. Pero el cristianismo le dio centralidad, fijó su poder como una órbita; de tal modo que sólo así Teresa de Jesús puede afirmar que se puede vivir sin vivir en sí mismo después de haberse encontrado con el amado. Así vive quien se ha adentrado en la espesura del apasionamiento amoroso, un vivir dispuesto al vuelo. El amor es agente de lo divino en el hombre y la acción del amor se conoce porque desplaza el centro de gravedad del hombre, pues ser humano es estar atado a algo, fijo, y el amor consigue una desaparición de esa fuerza gravitante y traslada el centro de la misma (descentra) hacia la persona amada -(atención a este proceso que explica el nacimiento y razón de ser de las religiones)-. El amor se muestra como poder originante, que precede a la presencia del ser humano y crea un mundo en el que éste pueda morar: “En el principio era el Verbo”(Evangelio de Juan, 1,1).

María Zambrano nos pone en guardia ante la arrogancia (“cinismo e instinto vital”) del pensamiento occidental. Recobra la palabra resignación, rescatada por otro filósofo y poeta, Hölderlin (“Wo aber Gefahr ist, wächst / Das Rettende auch”) y concluye: “Y es que la vida humana, tomada tal y como se nos da, no es soledad ni es vida mías, sino vida en la que estoy con otros en una relación especial que me determina. Vida en la que estoy como hijo, como hermano, como miembro de un grupo, como amigo, y en la que tengo la posibilidad de estar como padre”; son los términos de la tragedia humana, el saberme dependiente de otro, de otros, de los que dependemos y “a los que he de acogerme”( M. Zambrano, Unamuno, Barcelona 2003, p. 85).

En esta trama o tragedia de la necesidad vital de los otros (principio de alteridad) se mueve María Zambrano, y hace escuela filosófica admirando a Unamuno, siguiendo a sus maestros Ortega y Zubiri, y al lado de sus contemporáneos Pedro Laín y Julián Marías. Si la vida se entiende de este modo, en cuanto relación determinante y determinada (trágica) con respecto a los demás, se puede descubrir todo el alcance de la idea orteguiana de “perspectiva”. Se trata de un concepto rehabilitado de sus matices relativistas a partir de la idea y el encuentro con la vida y la circunstancia. El ser definitivo del mundo es una perspectiva, es vida en circunstancia (J. Ortega y Gasset, Obras Completas, vol. I, Madrid, p. 321). De este manera Ortega se separa tanto del idealismo (no se justifica al estar el yo siempre en cierto punto de vista o situación) como del realismo (no se dirige al conocimiento), y encamina a sus discípulos hacia nuevos horizontes. Para Zubiri la referencia será la realidad (inteligencia sentiente), para Zambrano es lo sagrado (desciframiento del sentir original), el amor (razón poética), lo que antecede y otorga preexistiendo a la realidad. Los caminos del maestro y de los discípulos se entrecruzan y complementan: la perspectiva, en cuanto es mi constitución y mi lugar, pertenece a la realidad, que es la vida, como medio en que ésta se expresa; la perspectiva se manifiesta como la condición de lo real y la posibilidad de acceso a su verdad, (cf. J. Marías, Ortega: Circunstancia y vocación, Madrid 1984, pp. 371 s.).

No deja de parecerme sugerente la referencia de Ortega a la vida como libro eterno, que se lee (desvela) su verdad desde la actividad humana, la cual deriva de la cultura y ésta del concepto como mecanismo y expansión del pensamiento en la tarea de la hermenéutica vital. “Hay, pues, toda una parte de la realidad que se nos ofrece sin más esfuerzo que abrir ojos y oídos –el mundo de las puras impresiones-. Bien que le llamemos mundo patente. Pero hay un transmundo constituido por estructuras de impresiones, que si es latente con relación a aquél no es, por ello, menos real. Necesitamos, es cierto, para que este mundo superior exista ante nosotros, abrir algo más que los ojos, ejercitar actos de mayor esfuerzo, pero la medida de este esfuerzo no pone ni quita realidad a aquél. El mundo profundo es tan claro como el superficial, sólo que exige más de nosotros”(J. Ortega y Gasset, Obras Completas, vol. I, Madrid, p. 335). Para ampliar la reflexión sobre la metáfora de la vida o de la naturaleza como libro, las páginas de referencia son la obra de H. Blumenberg, La legibilidad del mundo, Barcelona 2000. El motivo de traer a colación este tema es por referencia a la teología, como hermenéutica a la que le compete, siguiendo el pensamiento zambraniano, entregarse (fe, en términos zubirianos) al arte de aprender a leer la realidad e inteligir en su estructura la misteriosidad (amor) y la presencia patente y profunda del Misterio (poder).

La historia y la salvación se formalizan como asuntos de especial importancia, humanos y divinos. Así lo sugieren nada menos que Unamuno, Zubiri y María Zambrano. La querencia unamuniana de estos términos y su relación contagió el pensar de Zambrano. También Ortega coincide en valorar la dimensión histórica, por un lado, y por otro, explícita o veladamente trata de desvelar un trágico sentimiento que busca salvación. Salvar la historia remite a proyectarse cada sujeto en la realidad, universalizarse, descubrir el yo, un yo que pide de veras ser humano y divino, carne y eternidad; una salvación que no adviene por la filosofía, ni en la razón, porque irrumpe prendida en el Amor (M. Zambrano, Unamuno, Barcelona 2003, esp. pp. 91 ss.).

Finalizo esta reflexión, a modo de ensayo deshilachado, remitiendo a la razón poéticoteológica plasmada en la obra más importante de la excepcional pensadora María Zambrano:

“Si la luz es el medio en el cual la vida y las cosas todas se hacen visibles, la pasión es la apetencia misma de alcanzar manifestación, de llegar a ser algo digno de afrontar esta luz: desde el anhelo elemental en que la más humilde vida se manifiesta, hasta la pasión que sufre el ser humano por lograr la integridad de su ser, atravesando la muerte” (Íd., El hombre y lo divino, México 1955, p. 48).
“Una cultura depende de la calidad de sus dioses, ... de la contienda posible entre el hombre, su adorador, y esa realidad; de la exigencia y de la gracia que el alma humana a través de la imagen divina se otorga a sí misma” (o.c. 21)
Me siento urgido a mirar al ser humano actual, a la calidad de los dioses de quienes depende nuestra cultura, y siento el desencanto, o mejor dicho, el nihilcinismo que nos pudre. Xavier Zubiri entendía que en Europa nos hemos hartado de los dioses, pero coincidía con María Zambrano en que necesitamos del Misterio para conocernos y desocultarnos a nosotros mismo:
“El hombre volverá a Dios no para huir de este mundo y de esta vida, de los demás y de sí mismo, sino que al revés volverá a Dios para poder sostenerse en el ser, para poder seguir en esta vida y en este mundo, para poder seguir siendo lo que inexorablemente jamás podrá dejar de tener que ser: un Yo relativamente absoluto. La función de Dios en la vida es, pues, ante todo una función que se dirige a la plenitud de la vida, y no a su indigencia. Dios no es primariamente una “ayuda” para actuar sino un “fundamento” para ser” (X. Zubiri, El hombre y Dios, Madrid 1983, p. 160 s.).

MICROENSAYO: ALIANZA CIVILIZACIONES

ALIANZA DE CIVILIZACIONES

Dr. JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO
Profesor del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias- Sede Gran Canaria (ISTIC)
Publicado en La Provincia DLP , Las Palmas de Gran Canaria22 de agosto de 2005, p. 20.

En sus vacaciones lanzaroteñas, -según recogen los medios de comunicación-, el presidente Rodríguez Zapatero ha reservado tiempo para reflexionar sobre la Alianza de Civilizaciones; una propuesta de globalidad política que ha dado a conocer en reiteradas ocasiones y en la que viene poniendo gran empeño. A nadie se le esconde que se trata de un tema tan oceánico como el mismo mar que contemplará a diario el Presidente desde La Mareta. Por desgracia las vacaciones no dan para mucho, aunque contando con el sosiego del tiempo y del espacio, la reflexión incrementa sus posibilidades y hasta las cuestiones más complejas se encaran con optimismo.

Que la Alianza de Civilizaciones representa una cuestión de gran envergadura no lo vengo a descubrir ahora, ni tampoco el Sr. Rodríguez Zapatero es el primero en destacarlo. En el ámbito español tendríamos que retrotraernos al siglo XVI para encontrarnos con el pensamiento del fraile dominico Francisco de Vitoria, profesor de Teología en Salamanca y considerado como uno de los fundadores del Derecho Internacional, y de su hermano de orden religiosa Bartolomé de Las Casas, defensor de los indios y de la colonización pacífica. Estas mínimas referencias hacen justicia con nuestra historia, y obviamente justifican la Alianza de Civilizaciones como proyecto no sólo de un gobierno determinado, sino de un Estado, Pueblo o Cultura con denominación española. Sin ninguna duda, hoy son necesarios más criterios que la hagan creíble, y el más elemental no es otro que el del consenso parlamentario. En términos de sabiduría universal, ya se sabe que nadie da lo que no tiene.

En otra clave diferente, pero no tan contrapuesta por lo que más adelante precisaré, la mirada a las Civilizaciones la desempolvó hace una década el profesor de la Universidad de Harvard S. P. Huntington, a raíz de su libro The clash of civilizations and the remaking of world order. La polémica en círculos intelectuales se encendió de inmediato a tenor de una cosmovisión que descree de la convivencia pacífica entre las civilizaciones actuales. Los atentados terroristas del 11-S en Nueva York desencantaron la paz estereotipada de un mundo adulterado. No sé si aquel día a todos se nos cayeron las vendas de los ojos, pero desde entonces los habitantes del Mundo Enriquecido vemos el mundo más amenazado por la violencia y no dejamos de sentir temor por el futuro (los atentados en Moscú, Bali, Madrid, Londres, Egipto...)

Si para el profesor de Estudios Estratégicos S.P. Huntington las civilizaciones tienden a “chocar”, para el presidente Rodríguez Zapatero la “alianza” es el medio y el fin. Entre una y otra idea media un abismo. El “choque” predetermina valores y actitudes de desconfianza, de precaución y sospechas mutuas, de integrismo de identidades (comunalismo) y demostración de la fuerza. La palabra Alianza, en cambio, remite a experiencias humanas de paz, convivencia y ayuda. Por eso mismo es una palabra preñada de resonancias espirituales y teológicas, que simboliza la entraña religiosa establecida como relación salvífica entre Dios y el sujeto humano. Indudablemente, aceptar una u otra opción, el “choque” o la “alianza”, conlleva considerables diferencias en cuanto a decisiones políticas y modos de hacerse cargo de la realidad.

Mi interés por la cuestión no es más político que teológico. Viene asociado al estudio que me ocupa en general sobre el diálogo religioso. Un camino cuyo recorrido se inició hace más de un siglo, a partir del Parlamento Mundial de las Religiones celebrado en Chicago en 1893. El horizonte que se abrió en aquella fecha histórica supera el marco religioso y se inserta en la dimensión universal de los valores humanos tal como se puso de manifiesto en el Forum celebrado en Barcelona durante el año 2004. A este respecto poco más puedo añadir a lo expuesto por el teólogo católico Hans Küng: “No hay paz entre las naciones sin paz entre las religiones. No hay paz entre las religiones sin diálogo entre las religiones. No hay diálogo entre las religiones sin normas globales éticas. No hay supervivencia de nuestro Planeta sin una ética universal”.

Desconozco los detalles de la propuesta de Alianza de Civilizaciones, pero presumo que la perspectiva religiosa está contenida y además seguida muy de cerca tal como se ha desarrollado en foros patrocinados por la ONU y la UNESCO. De lo contrario estaríamos ante una propuesta deficitaria y abocada al fracaso, entre otras razones porque vendría a refrendar lo obvio de estas instituciones internacionales ya constituidas. En las cuestiones de trascendental calado, el fracaso debido a planteamientos deficientes se traduce en el ridículo. A mi entender la Alianza de Civilizaciones no es posible si no cuenta con las religiones. La idea de Hans Küng es harto evidente: las religiones forman parte sustancial de la lucha humana por la justicia. Y contar con las religiones ya comprometidas en este proceso de diálogo universal, o de alianza, garantiza no el choque de las civilizaciones sino su encuentro auténtico o alianza.

Pero, ¿qué se puede aprender del recorrido heredado del diálogo interreligioso, para incorporar a la Alianza de Civilizaciones? Nada hay más importante que el diálogo; tampoco nada más difícil de llevar a cabo. La quiebra del acto comunicativo más elemental se inicia por la falta de confianza entre los interlocutores. En el diálogo interreligioso todavía es necesario clarificar qué límites conlleva el dialogar. Por ejemplo, si se propone abiertamente y sin menoscabo la identidad de cada participante. Se ha observado que el diálogo se enquista cuando se desprecian las diferencias, porque además de perderse la identidad se falsea el respeto mutuo. Aquí se hace efectivo el dicho de ¡acéptame como soy!.

El problema del diálogo, a mi modo de ver, radica en la paradójica resistencia humana a la alteridad. En el OTRO existimos y somos, viene a decir la mejor filosofía española del siglo XX, desde Ortega a Zubiri, Marías, Laín y María Zambrano; o Levinas y Ricoeur en Francia. No hay religión o civilización donde no se tenga por principio no hacer al otro lo que no quieres que te hagan. Y a pesar de todo, la paradoja: la alteridad se siente como amenaza y no como en realidad es, la posibilidad de constituirse el yo, de la comunicación (lenguaje), de amar y ser amado. Trasladándome al escenario del diálogo entre Civilizaciones, las dificultades son similares: el diálogo en sí y también la definición de la identidad de cada cultura (y en este aspecto basta recordar el conflicto surgido en torno a la identidad europea a consecuencia del proyecto de “constitución” de los países miembros de la Unión).

Me imagino que de todo esto y más se debatirá en la reunión prevista para noviembre en las Islas Baleares. Es otro paso adelante en el proyecto de Alianza de Civilizaciones. A nadie se le oculta que todavía queda mucho camino por recorrer. Una vez puestos a caminar no faltan los rigores del camino, a veces la euforia y a veces el desánimo, el andar rápido y la incertidumbre que llega con cada encrucijada. A pesar de todo hay algo muy seguro, y de lo que da fe el diálogo emprendido entre las religiones: una vez iniciado el camino, ya no hay marcha atrás.

Espero que la Alianza de Civilizaciones no sea un nuevo recorrido, una nueva aventura ingeniada para satisfacer vanidades políticas. No encuentro ningún inconveniente para que sea la línea programática de la política internacional española, y como tal se inserte en el entramado internacional de procesos de diálogo, justicia y paz, que de múltiples formas se llevan a cabo en el mundo. Un ejemplo que viene al caso es la Iniciativa Global Clinton, con cita para los próximos días 15, 16 y 17 de septiembre en Nueva York, donde participará el jefe del Gobierno español, y cuyos objetivos se concretan en erradicar el hambre y la pobreza del mundo, utilizar la religión para resolver conflictos, aplicar nuevas estrategias empresariales y tecnológicas para luchar contra el cambio climático y reforzar las prácticas de buen gobierno.

Si para el ritual de inicio de esta singladura se ha elegido a las Islas Baleares, la travesía de la Alianza de Civilizaciones tiene en las Islas Canarias un enclave simbólico donde recalar en algún momento; por estas tierras y agua los caminos del mar se entrecruzan, tres continentes se dan la mano, y el soplar del viento africano nos impide ignorar el sufrimiento de millones de empobrecidos: ahora mismo los hambrientos de Níger, el ruido de sables en Mauritania, y desde hace tiempo la invasión del pueblo saharaui condenado a perderse en el desierto.