miércoles, 6 de febrero de 2008

MICROENSAYO: XAVIER ZUBIRI

ZUBIRI, EL ÚLTIMO PENSADOR
(Publicado por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO, en el Canarias7 el domingo 13 de diciembre de 1998)



El pasado 4 de diciembre se cumplía el centenario del nacimiento de Xavier Zubiri, el último pensador español. Justificar este juicio, de pensador y último, será el cometido de este artículo, al que añadiremos una clara voluntad de recordar su memoria y entusiasmar hasta donde sea posible.

Un pensador, a mi juicio, es quien se ocupa de por vida en hacerse cargo de la realidad. Empeñado en inteligirlo todo, porque nada de lo que existe y se presenta a nuestros sentidos nos es ajeno. Un pensador nace y se hace; es el resultado de un proceso de elecciones individuales. En definitiva, es quererlo ser. Hasta aquí, Zubiri encaja a la perfección. Estudia en Madrid, Roma y Lovaina, se doctora en Filosofía y en Teología, obtiene la cátedra de Historia de la Filosofía de aquella incomparable Universidad Central de Madrid, allí impartían su saber J.Ortega y Gasset, M.García Morente, J.Besteiro... Nunca como en aquel momento estuvo tan cerca de pasar el centro del mundo filosófico por una universidad española. Se marcha a Alemania en 1928 para estudiar filosofía junto a renombrados profesores como Husserl, Heidegger; estudia física con De Broglie, Schrödinger, traba relación con Einstein; estudia biología con von Geluchten, Spenmann y Golschmidt; estudia matemáticas con Rey-Pastor, Vallée-Poussin y Zermelo. En París, durante la guerra in-civil, imparte clases y estudia lenguas orientales, interesándose por el Zoroastrismo.

En cuanto a su aspecto biográfico decir que fue vasco, jesuita, secularizado y casado con Carmen, hija de Américo Castro. Tras la guerra in-civil ocupó esporádicamente un puesto como profesor en Barcelona. Le hicieron la vida imposible y menos mal que su amigo Lladó lo alimentó de por vida, dándole un trabajo en la Fundación del Banco Urquijo. Hasta su muerte su saber lo dio a conocer en cursos privados.

Sobre el aspecto intelectual nos remitimos al conjunto de sus obras publicadas hasta la fecha. Tras la publicación de su primer libro, Naturaleza.Historia.Dios (1944), pasó cerca de una veintena de años antes de dar a conocer una nueva publicación, Sobre la esencia (1962). Con esta entrega defraudó (el interés cultural estaba en el marxismo y otras modas). Publicó años después la trilogía Inteligencia Sentiente (1980,1982,1983). Murió en 1983, dejando dispuesto para imprimir El hombre y Dios, obra que forma parte de su trilogía teológica (El problema filosófico de la historia de las religiones, 1993; El problema teologal del hombre, 1997).

Tras su muerte en 1983 se han publicado buena parte de aquellos cursos que impartiera arropado por sus incondicionales, entre otros, Ellacuría, Laín Entralgo... (Sobre el hombre,1986; Estructura dinámica de la realidad, 1989; Sobre el sentimiento y la volición, 1992; Espacio, Materia, Tiempo, 1996). Son publicaciones afortunadas, sabiendo que publicar los trabajos de quien ya está muerto no deja a todos contentos por igual. Por mi parte agradezco la labor de quienes se han preocupado en este esfuerzo al amparo de la Fundación Xavier Zubiri. Y digo que lo agradezco porque esa es la única manera de darnos a conocer una obra portentosa, creativa, crítica, sistematizadora.

Para el aspecto valorativo me remito a lo anecdótico. Se cuenta que una señora, no sé si de aquellas que asistía a sus cursos presenciales, tuvo la ocurrencia de ir a comprar Sobre la esencia en una perfumería. Cierto o no, ya fuera señora o señor, sí creo no confundirme al decir que el pensamiento de Zubiri es tan desconocido para las generaciones más jóvenes como para aquella dama. Bastaría con preguntar a quienes se las dan de sabios, para descubrir que el erial o páramo en los campos del pensamiento es difícil de convertir en tierras productivas. Algunos diccionarios de filosofía ni lo citan, en cambio le dan espacio generoso a... A. Pannekoek.

¿Se cae el cielo si se ignora a Zubiri?. Ni mucho menos. Zubiri, que comenzó cercano a la fenomenología, escucharía del mismo Husserl que esta metodología filosófica era una actitud intelectual. A las actitudes quería llegar. Conocer o no a Zubiri no nos hará ni más sabios, ni más altos, ni más esbeltos, pero rechazarlo con prejuicios de ignorancia no dice nada a favor de quien se crea amante de la sabiduria, quiera hacerse cargo de la realidad, apasionado con el mundo, sentir al mismo tiempo que pensar. En esa tarea Zubiri será siempre un maestro.

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