miércoles, 6 de febrero de 2008

MICROENSAYO: HAMBRE Y CARNAVAL

HAMBRE Y CARNAVAL
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado por Canarias7 el 9 de febrero de 1994)


Por estas fechas, cuando se libra la Batalla de don Carnal y doña Cuaresma, que imaginó el Arzipreste de Hita, se libra otra batalla, no menos paradójica, contra el hambre en el mundo, tal y como soñaron las mujeres de Manos Unidas hace más de treinta años.

Así como hermanamos unas ciudades con otras, me parece muy oportuno y sin tantos gastos para la imaginación, el conseguir lo mismo con las Fiestas del Carnaval y la Campaña contra el Hambre, aunque nada más sea porque se dan la mano en el mismo mes del calendario.

Voy a ver cómo defiendo esta intuición a la que espero no ver desestimada sin más motivos, porque con el hambre de por medio son millones las víctimas y todas inocentes. Como se hace con todos los juegos, antes de comenzar, es necesario conocer las reglas, además de esa obligación mínima a mí no me importa poner mis cartas boca arriba.

Estoy convencido de que la solidaridad y la fiesta son necesidades básicas para todo ser humano. Esta idea es la que mantiene el profesor Felipe Bermúdez en su tesis doctoral Fiesta Canaria, en la que con otras palabras afirma que las fiestas son tan necesarias como el aire para respirar, nada menos que son vida para los individuos y para los pueblos. Sin darle mayor valor que el que de hecho tienen, la fiesta y la solidaridad traerán los aires de la vida en todos sus sentidos, allí donde las dejemos aparecer.

Condenar en nombre de una solidaridad oportunista las fiestas del Carnaval, me parece tan indigno como ocultar el paro y la miseria diaria de nuestros barrios con el ruido y la marcha que imponen los concursos, las galas, las reinas, los disfraces, los chiringuitos y los mogollones. Este tipo de condenas lo dejo para la gente resentida, la misma que ya tiene atrofiados los músculos del humor de tanto disfrazarse de seriedad y amargura. De esas gentes mejor alejarse porque confunden valor y precio.

El hermanamiento entre lo que supone la fiesta y lo que es la solidaridad es todo un enriquecimiento humano. Tengo por evidente que la solidaridad no es ajena ni enemiga de la fiestas, como creo que las fiestas si se dejan criticar por la solidaridad, pueden ser celebrativas de verdad, a la vez que se despojan de todos aquellos elementos que son negativos, desde el robo político de unas fiestas populares, a los gastos desmesurados que no consiguen otra cosa que destrozar la espontaneidad o el impulso ciudadano.


Si para festejar el Carnaval se aprendiese de la Campaña contra el Hambre, sería más fiesta que nunca, porque en las fiestas se vive la celebración colectiva por encima de todo, un desenfreno espectacular como dejó escrito G. Bataille, y observo que hasta ahora el Carnaval está más expuesto a la dependencia de lo que unos expertos programan y ordenan, que de la subversión que la ciudadanía está dispuesta a celebrar. Si el Carnaval se hace para cumplir un trámite, entonces es una mentira inmensa que constata cada cartel cuando lo anuncia como una fiesta.

De lo que no cabe duda es que también a la Campaña contra el Hambre le vendría muy bien un encuentro con la fiesta. Porque no se trata de provocar tristezas a base de discursos sobre los hambrientos del mundo, sino cambios esperanzados en unas vidas acostumbradas al derroche, la subversión total en las conciencias. Dispuestos a soñar y a darle rienda suelta a la utopía, si los artífices del Nuevo Orden Internacional quisieran aprender del Carnaval como fiesta, la Tierra sería o podría ser una celebración continua, un carnaval eterno, y entonces es muy posible que la solidaridad pudiera brillar con toda su fuerza, hasta tal punto que no habría ni una muerte más por un hambre que está llena de intereses, un hambre que hemos construido como una máquina para matar a miles de inocentes sin cesar.

Ahora creo que mi intuición, aunque exageradamente imaginativa, puede corregir los desvaríos de un Carnaval que se distancia de lo que significa la fiesta, o de una Campaña que puede anclarse en el tremendismo y satisfacer entonces conciencias por una cantidad de dinero. Si faltara la solidaridad hasta las fiestas dejarían de serlo, de la misma manera que sin la fiesta no hay solidaridad que merezca el nombre de humana.

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