miércoles, 6 de febrero de 2008

MICROENSAYO: EDUCACIÓN SEXUAL

LA EDUCACIÓN SEXUAL SILENCIADA
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el 5 de octubre de 1994)


En esto de la sexualidad se está imponiendo la voz de unos especialistas que no dudaría en llamar mecánicos. No sería preciso hablar de educación sexual sino de la mecánica del joder. Los franceses aportaron a esto de la cultura sexual la expresión "faire l´amour", que si bien se ha internacionalizado, lo que se dice del amor es un añadido molesto y sin importancia. Una relación que no pasa por sus mejores momentos.

Hace unos meses le presté un libro sobre sexualidad a unos amigos que forman pareja. Habitual en mí, les recordé que no quería perder el libro y que se lo pediría pasado un tiempo. No hizo falta, lo leyeron yo diría con devoción, porque al poco tiempo me lo devuelven y me dicen: "esto sí que es pornografía". El libro en cuestión no tiene fotografías, no es una narración erótica, sencillamente trata del lenguaje de las caricias.

Espero que ahora comprendan en su medida por qué tengo a muchos, que se autodenominan sexólogos, por especialistas en la mecánica de la jodienda. Una formación organicista y fisiológica, por ejemplo en los médicos, o una apuesta ideológica, condicionan deficitariamente la comprensión de la sexualidad humana.

Recuerdo, que hace un año, en un programa televisivo de máxima audiencia, a una sexóloga y ginecóloga que pontificaba desde la mesa de los expertos, le preguntaron si en su carrera de medicina había una asignatura sobre la sexualidad; ella respondió que no. Supongo que se bastaba con los conocimientos sobre anatomía y con un poquito de buena voluntad además de algún cursillo o un master bien pagado.

Si la sexualidad se reduce a anatomía, entonces, ¡viva el sexo frío! Con unos condones, y una mentalidad cegada de coitocentrismo o pene-a-tración, se anulan los sentimientos, se evitan los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual, y todo el monte es orégano.

Al sexólogo capacitado, lo primero que le presumo es su riqueza o madurez como persona y en segundo lugar su comprensión y vivencia de la sexualidad, en el tercero y último sus técnicas y sus saberes de especialista. De ninguno de los tres apoyos se puede prescindir si soñamos con una sexualidad que englobe al conjunto de la vida.

A esto nadie, en su sano juicio, lo tendrá por obsesión, porque si la sexualidad no está en cada persona permanentemente, es que la soporta como un paraguas, exclusivamente cuando siente necesidad. Así la sexualidad se convierte en perversión, en cuarto oscuro, en una necesidad y no en la realización gozoso-placentera como diálogo o lenguaje de amor. Un ejemplo del cretinismo sexual que se puede alcanzar lo tenemos tanto en la moral de corte victoriana, tentación que puede rebrotar en nuestros días, como en la permisividad donjuanesca.

De la historia de la educación sexual en los cuarenta años últimos, podrían destacarse cuatro períodos. El primero se corresponde con la búsqueda de métodos de control para la planificación familiar; le sigue la época de los anticonceptivos y de la liberación sexual, que distingue entre placer y procreación; a continuación la etapa de la educación sexual anatómica, o el cómo de las relaciones sexuales; por último se está dando entrada a la educación sexual para la relación afectiva, al tan denostado matrimonio entre el amor y el sexo (Cf., T. ANATRELLA, Le sexe oublié, París 1990).

La educación sexual silenciada es otra manera de poner al descubierto la confusión manifiesta en la mayoría de materiales sobre educación sexual. No es algo distinto del equívoco en el que se sitúan muchos educadores y expertos sexuales, cuando prescinden absolutamente de la educación para la afectividad, al tiempo que centran, no sin exageración, todos sus esfuerzos en una agobiante información sexual.

La anatomía, la reproducción humana, los métodos anticonceptivos, las enfermedades de transmisión sexual (ETS), nadie duda que son contenidos imprescindibles. Pero si la sexualidad, negada como lenguaje, no es nada más que eso en la explicación que se imparta en las escuelas, entonces, no tengo reparos en afirmar, que las aulas serán salas asépticas de castracción de la afectividad.

Si la sexualidad es un discurso de los adultos, ya hace mucho tiempo que los jóvenes se sienten hartos. A pesar de toda la liberación sexual los padres siguen controlando la sexualidad de los hijos, como se palpa en el temor al embarazo, a las enfermedades de transmisión sexual, al libertinaje. En esta onda la sexualidad equivale a miedo y no a responsabilidad.

Entiendo, y me alegra soñar, que como una bocanada de aire fresco, los jóvenes reivindiquen una sexualidad plenificante, del ser frente al tener, como lenguaje afectivo que integra toda la vida, como un respiro de sensibilidad por cada poro de la piel. Será una utopía esperar que la educación sexual, si se comprende como relación para la afectividad, transforme el mundo, pero a mí me parece que tiene un futuro porque toma en serio el amar y el sentirse amado. Esa es la sexualidad humana plenificante, porque ayuda a hacerse como personas.

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