miércoles, 6 de febrero de 2008

MICROENSAYO: DERECHOS HUMANOS

DERECHOS HUMANOS I


APASIONARSE CON LOS DERECHOS HUMANOS
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7, el 13 de diciembre de 1993)


El pasado 25 de junio, al cabo de 11 días después de su inauguración, el Secretario General de la ONU clausuró la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos en Viena. No puedo emplear la palabra celebrar y con ello significo que todos hemos perdido, aunque como siempre, los que más sufren recibirán este fracaso en sus propias carnes, llevadas hasta los límites de la tortura, el asesinato y la muerte.

A grandes rasgos puedo recordar que esta Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos no ha tenido fortuna, pues recién inaugurada, comenzó la polémica por la negativa de China a que participara el Dalai Lama; a esta censura se opusieron, con su abandono, los premios Nobel de la Paz que asistían a la Conferencia.

La cima del desastre amenazaba desde el horizonte. Si de entrada, se les negó a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG's) su participación en los trabajos para el documento final de esta Conferencia, por las presiones de China, Siria, Indonesia e Irán; al final, varios estados, China, Irán, Indonesia, Sudán, Kenia, Malasia y Filipinas, presentaron sus dudas sobre la validez mundial de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948.

¿Qué son las ONG's y por qué molestan?
Se imaginarán Ustedes, como yo, que las ONG's son voz de las gentes sin voz, y por tanto el voluntariado que les da vida son los testigos a quienes les cabe la honra de nombrar todas aquellas injusticias que arrasan con los Derechos Humanos: MEDICOS SIN FRONTERAS, MEDICUS MUNDI, AYUDA EN ACCION, INTERMON, MOVIMIENTO 0,7, MANOS UNIDAS, JUSTICIA Y PAZ, PROSALUS, UNICEF, IEPALA, AMNISTIA INTERNACIONAL, CARITAS, ADNU, CIDEAL, CRUZ ROJA, CIC... y sí que lo siento por no nombrar a todas estas organizaciones, porque ignorarlas es no darles todo su merecido a aquellos que trabajan a favor de los vencidos.

Las ONG's son organizaciones privadas, sin fines de lucro, formadas sobre todo por gente voluntaria y que se dedican al estudio, planificación y la ejecución de proyectos de desarrollo, a nivel popular, orientados a la acción directa. Buena parte de sus esfuerzos se dedican a sensibilizar a la opinión pública ante estas cuestiones, y en la recogida de fondos destinados a la financiación de los proyectos en el Tercer Mundo, así como en las actividades de presión a los gobiernos para que se enfrenten ante el problema del subdesarrollo (en Madrid, ya va para un mes la huelga de hambre que mantienen un grupo de personas, para exigir que el 0,7% del Producto Interior Bruto se dedique a los países más pobres de la Tierra, tal y como se comprometió el Estado español ante la ONU).

La colaboración de estas asociaciones con las Comunidades Locales tanto del Norte como del Sur, se basa en una serie de criterios, siempre atentos ante toda forma de colonialismo: la ausencia de paternalismos, la iniciación y aprobación de proyectos por las Comunidades Locales, el reconocimiento de la importancia de la mujer en el proceso de desarrollo, y el respeto y ayuda a las diversidades culturales.

Lo escrito hasta ahora lo podemos comparar con este otro hecho, que nos viene como anillo al dedo, para contrastar los diferentes modelos de trabajo con el Mundo Necesitado; el modelo de los 'ingenieros sociales'.

Se trata del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) de los países del Este. Ya el nombre del Banco es todo un programa, aunque sea de buenos deseos. Su primer presidente y amigo de F. Miterrand, un tal Jacques Attali, presentó el pasado 25 de junio su dimisión, porque la prensa con sus críticas le acarreaba efectos perjudiciales a sus tareas. La sensatez estaría de su parte al momento, si reconociera que las razones de su dimisión no eran otras que una auditoría, la cual sacó a la luz lo gastado en la construcción de la sede, en Londres por cierto, con revestimientos y suelos de mármol; en estos y en otros 'gastos de explotación' (léase viajes en aviones privados), se había empleado más dinero y recursos que los canalizados a los países del Este.

¿Qué tiene que ver esto con los Derechos Humanos? Pues todo; porque son cuestión de sensibilidad, de la cual nace el apasionamiento, el sentir con las entrañas como en tantas mujeres y hombres de las ONG's. Por lo general los abusos vienen de las ideas encallecidas de los poderosos: del que sabe leer sobre el analfabeto, del que posee influencia sobre quien está desprotegido, del que tiene armas sobre quien tiene sólo la vida, del que tiene algún tipo de fuerza sobre quien tiene de su parte la debilidad ...

¿Cuántos mandamientos a lo largo de la Historia, y todavía no brilla la Justicia! Si es este el motivo por el que permitimos que se nos atrofie la pasión, es fácil que anulemos la radicalidad por la justicia. Lo cual nos da a entender que en nuestras manos está el escribir los mejores Derechos Humanos, pero si carecemos de ternura para apasionarnos con ellos, no serán otra cosa que manchas de tinta sobre el papel, borrones de buena voluntad. Sólo cuando no nos olvidemos jamás de recordar a las víctimas de todas las injusticias podremos estar seguros de avanzar hacia la humanidad sedienta de justicia. Así es la pasión por los Derechos Humanos, como la viven, junto con otras gentes, la mayoría del voluntariado de las ONG's.



DERECHOS HUMANOS II


TEORÍA Y PRÁCTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el 3 de enero de 1995)

Metidos en esto de los Derechos Humanos no nos podemos quedar en una simple memorización. No está de más que conozcamos cada artículo uno por uno. Es el comienzo, aunque sirve de muy poco.

De obligaciones, preceptos y mandamientos el pueblo judío sabe mucho, hasta tal punto que ha llegado a codificar 613, nada más y nada menos, de los cuales 365 son prohibiciones y 248 son preceptos. Cuenta el libro bíblico del Éxodo, en el capítulo 34, que Moisés talló, por orden divina, en dos losas de piedra los mismos preceptos que Dios escribiera por ambas caras de otras dos piedras anteriores, arrojadas al suelo y destruidas por el profeta, cuando al bajar del monte se encontró con la movida del becerro de oro en el campamento.

He aquí que me ha dado por actualizar, o más bien alegorizar, tal hecho en relación con nuestros Derechos Humanos como sigue. En lugar de 10 mandamientos, que en esto el número ni quita ni pone, nuestros Derechos Humanos son 30. Comenzaba escribiendo que la memoria no lo es todo en estos asuntos, aunque por ella se empieza. De esto el Dios bíblico debía saber bastante, o al menos se imaginaba algunas consecuencias de signo olvidadizo entre los humanos, porque tuvo una de esas ocurrencias geniales de pragmatismo social. No le bastó con que Moisés las supiera con todo detalle, le entregó las leyes talladas en dos losas y por ambas caras. Con la escritura de las leyes el Dios de Moisés fue de los primeros en meter a la memoria en la caja de las sospechas. La razón, me parece a mí, estaba de su parte, porque luego vienen los olvidos interesados, el correr un tupido velo, los apaños, el donde digo digo..., y todo para saltarse las normas y modificarlas de acuerdo a no confesados intereses particulares.

Nuestros Derechos Humanos también los tenemos escritos y refrendados por los Estados miembros de las Naciones Unidas. Otro acuerdo mayor es inimaginable. Así y todo no son la vacuna que inmunice a los humanos contra toda tentación y proyecto violento. No estamos en condiciones de dar por seguro que jamás provocaremos un diluvio universal, que necesariamente no tiene que ser de agua ni venir de los cielos. Tal y como van las esperanzas y desastres planetarios más bien parece que estamos aún a las puertas de la Torre de Babel. Son tantos los siglos de signo inconfundiblemente babélico que me pregunto si es que queremos derribar de una vez la torre, o quizá no nos podemos desprender de la ilusión utópica de rematarla. Con todo, y no me ha dado por el pesimismo, en esto de los Derechos Humanos no estamos lejos del desastre, que no por ser narrado de distintas formas por los mitos deja de ser verdadero y posible para cualquier tiempo y sociedad.

A estas alturas de la historia humana el mal está en los olvidos conscientes de todos los holocaustos que hemos construido los humanos, y nada más que los humanos. No entiendo que, a fuerza de repensar lo negativo, quede anulado o atenazado el recuerdo permanente de las mejores conquistas humanas. El recuerdo cuando es crítico no se olvida absolutamente de nada, o lo que es lo mismo, lo reconoce todo.

A los Derechos Humanos les falta ser de sobra conocidos, y lo que es peor, que tampoco son respetados. Entre lo uno y lo otro es el respeto lo que me preocupa. Le tengo puestas muchas dudas a que el saber las leyes implique ineludiblemente la existencia de gentes de buena voluntad. La teoría y la práctica de proyectos humanizadores requiere que las gentes prefieran el bien al mal en la explicación que planteen de su vida, a pesar de que esa opción les acarree problemas dramáticos.

¡Hablar de los Derechos Humanos...y tener las manos o la vida vacía!¡Saberse los 30 artículos y nada más! No busco culpabilizar a la memoria, ni descargar la conciencia, tan ciega en cada individuo para divisar los propios despropósitos con los Derechos Humanos.

El paso de lo abstracto y general a lo propio, que es la vida de cada cual, se convierte en un salto temerosamente ignorado, salvo por las pocas personas que se arriesgan. Los Derechos Humanos no se proclamaron en la Asamblea General de las Naciones Unidas un 10 de diciembre de 1948 para que los cumplieran las instituciones y el funcionariado que pulula por sus despachos. Éstas no existen por su cuenta, al margen de la dimensión humanizadora o represiva transmitida por los seres humanos que les dan vida. Estamos acostumbrados al uso y abuso institucional de los Derechos Humanos, cuando se utilizan como arma arrojadiza de unos Estados con otros en sus trapicheos diplomático-comerciales. Esto es así porque considerados individualmente tampoco gozan de mayor respeto.

Entiendo que los Derechos Humanos, con su redacción actual que consta de un Preámbulo y 30 artículos, están de sobra proporcionados para practicarlos de manera individual, familiar o universal. Nada mejor en este Año Internacional de la Familia que la entrada de la Declaración Universal en cada hogar. Tanto para quienes la familia es un éxito, como para quienes la toman como resistencia frente al infierno de las drogas o de otros avatares siempre trágicos, es el momento de comenzar la fiesta de estos Derechos que también son Deberes Humanos. O acaso ¿no es una fiesta de cara al futuro, el que cada persona respete como norma común, y tenga siempre en la teoría y en la práctica la Declaración Universal de los Derechos Humanos?.



DERECHOS HUMANOS III


REFLEXIÓN EN TORNO A LOS DERECHOS HUMANOS
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el 10 de diciembre de 1995)

Han pasado dos siglos desde que la libertad, la igualdad y la fraternidad, fueran consagradas como un principio imprescindible en favor de la convivencia y en contra de la barbarie. En 1789 la Asamblea Nacional Francesa presentó "en presencia y bajo la protección del Ser Supremo" la Declaración de los Derechos del Hombre, según se expone en el ´preámbulo´, porque el olvido de estos derechos,-se afirma-, son las únicas causas de la adversidad pública y de la perversión de los gobiernos.

La preocupación por hacer un mundo humano, donde no reine la injusticia, viene desde los tiempos antiguos de la humanidad. Las leyes de Ur-Nammu (s. XX a. de C.), las leyes de Lipit-Istar (s. XX a. de C.), las leyes hititas (s. XVI a. de C.), las leyes de Hammurabi (s. XVIII a. de C.), las colecciones legales de Israel conocidas a través de los libros bíblicos de la Torá, la perfección del derecho romano (s.VIII a. de C.- s. VI d. de C.) que en la etapa preclásica relacionaba el ius con el fas además de confiar a los sacerdotes la custodia del calendario judicial, y en la India las leyes de Manu (s. II a. de C.-s.I d. de C.), todas ellas forman colecciones legales cuyos contenidos expresan la relación de lo jurídico con lo religioso. Por otra parte no se debe ignorar la procedencia de los citados documentos, herencia de civilizaciones diferentes y distantes.

El judaísmo afirma que es inherente a todo ser humano una dignidad inalienable. Esto se entiende desde la afirmación bíblica de que Dios creó al ser humano a su imagen y de que Dios lo ha aceptado en alianza como participante activo en la creación (E.B. BOROWITZ). No cabe duda de que la idea moderna de los Derechos Humanos no se encuentra en la doctrina judía clásica, ni en los libros de la Biblia, ni en la literatura rabínica.

El cristianismo también de manera indirecta reclama la dignidad de los individuos partiendo de la semejanza divina y cristológica. No debemos ignorar que el concepto persona es una rica herencia cristiana de indudables consecuencias. Desgraciadamente la libertad religiosa tuvo que descubrirse a partir de las guerras de religión que ensangrentaron a Europa. La oposición de algunos papas de los siglos XVIII y XIX a los principios de libertad e igualdad provenía de un enquistamiento en el debate con movimientos anticristianos renacidos con la Ilustración.

El islam coincide con las otras religiones proféticas en el reconocimiento de la dignidad humana. El Corán sanciona los principios de justicia, igualdad y libertad en los capítulos correspondientes a la primera etapa de la revelación al profeta Mahoma en La Meca. Algunos teólogos musulmanes (A.A. AN-NA´IM y U. M. TAHA) apuestan por un desarrollo moderno de la sharía (normativa de forma de vida islámica) y aplicando el principio de abrogación (naskh) entienden que los versículos revelados en La Meca excluyen a los revelados en Medina.


Para las tradiciones religiosas de la India así como para el budismo los Derechos Humanos representan, según la pensadora hindú B. MUKERJI, una aproximación al verdadero espíritu de sus creencias religiosas. Los Derechos Humanos, en opinión de la citada ensayista, deben desvincularse del liderazgo de Occidente, no darse a conocer en medio de las formas de violencia y dominación económica y política del Mundo Rico sobre el Mundo Empobrecido. A las tradiciones espirituales orientales les corresponde introducir en el desarrollo de los Derechos Humanos dimensiones de liberación interior (S. VIVARAKSA).

Tratar de relacionar los contenidos de la Declaración de los Derechos Humanos con determinados códigos religiosos, es una labor necesaria, aunque no aparece exenta de dificultades para la interpretación de creyentes e increyentes. Consciente de esta crítica, parto de una idea que no adultera la reflexión por la que me encamino. Del vínculo probable entre los principios formulados por la Declaración de los Derechos Humanos y los códigos legales de las grandes religiones históricas no se sigue ninguna consecuencia negativa, sino la evidencia aún más límpida de que son principios universales y sedimentados históricamente. La convivencia, el respeto absoluto a la vida humana junto a toda la creación, la justicia, la paz, la ayuda a los extranjeros, esclavos, enfermos y viudas, desde antiguo se han sacralizado como imprescindibles e irrenunciables para cualquier pueblo comprometido a favor del bien y en contra del mal. En la vida, esa diferencia, se experimenta en muy corto plazo.

Las religiones, que son un depósito de sabiduría, atestiguan esta preocupación reafirmada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada el 10 de diciembre de 1948. No pretendo reflexionar con el fin de adjudicarle a las religiones las mejores intuiciones de los Derechos Humanos. Pero tampoco se puede afirmar que hasta estos últimos siglos la humanidad no se preocupó de la dignidad humana. A pesar de estos esfuerzos muchos humanos han sufrido las injusticias provocadas desde las creencias; esa será una cuestión a la que no nos podemos cerrar si mantenemos un discurso racional coherente y creíble. De la misma manera que no podemos mostrarnos indiferentes ante los atentados contra los Derechos Humanos en algunos Estados aunque los hayan refrendado en la ONU. Frente a toda incomprensibilidad y sinrazón en muchos pueblos no cala la sacralidad de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad en todas sus dimensiones.

Me queda por concluir que los Derechos Humanos para que sean derechos de todos no tienen que pasar por el beneplácito de las religiones como si fueran las horcas caudinas; pero no es menos cierto que sin relación con lo sagrado, para millones de humanos vinculados a un cosmos de tradiciones espirituales, los Derechos Humanos se pueden quedar desvertebrados, a mitad de camino entre lo humano y lo divino.



DERECHOS HUMANOS IV



LA IMPORTANCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS

(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 8 de diciembre de 1996)

A estas alturas de la civilización todavía tenemos que seguir fundamentando los Derechos Humanos, dando a entender que son sumamente importantes. No sólo a mí, sino también a los millones de personas con quienes comparto esta sensibilidad y razón, se nos hace inexplicable que unos valores tan evidentes no haya manera de ver respetados en este mundo nuestro de cada día.

Hambre, opresiones, pena de muerte, guerras, miseria, crímenes, tráfico de armas, abusos, terrorismo, refugiados, tortura, esclavitudes, indefensión, injusticias múltiples... todos estos males sufridos en las carnes de millones de seres humanos.¿Acaso tenemos que darles la razón a quienes afirman que allí donde hay un ser humano ya existe el mal?. Miradas así las cosas bien pudiera decirse que no queda ninguna salida,¡que somos una especie maldita!.

A los pesimistas de lo humano esta manera de reflexionar les tiene que sentar a sensación límite, a orgasmo mental. Antes de seguir adelante, les diré, que no encontrarán en mis palabras la diversión buscada; no quiero ser puta o chapero que satisfaga sus caprichos mentales.

En cuanto a los Derechos Humanos, desgraciadamente, todos somos pesimistas, pero de otro talante diverso al aludido en el párrafo anterior. Se van ganando algunas batallas, pero queda tanto camino por recorrer, tantas mentes y tierras por conquistar, que más parece un empeño perdido.¡Qué difícil es creer en la utopía, lanzarse en brazos del convencimiento que suspira por la victoria de la dignidad humana!.

Ante tantas atrocidades humanas como estamos acostumbrados a conocer, me pregunto, si cabe imponer estos principios y valores, esta filosofía de la vida, aunque sea a la fuerza, para que ningún ser humano más sea tratado con indignidad, con desprecio. ¿Cómo detener esta fuerza humana capaz de maltratar, de contaminar, de torturar, de insensibilizarse con respecto al dolor ajeno, de no ver el futuro?.

Mi memoria me trae recuerdos abominables. La historia de la Inquisición, por ejemplo, bien vale para un maravilloso aprendizaje. Los muy religiosos inquisidores, y con ellos todo el aparato inquisitorial, no están bien retratados si se presentan como desalmados, como irresponsables por su locura. Los guardianes y creadores de los campos de concentración, los inventores de las cámaras de gas, los muy comunistas constructores de los gulags, estaban y eran muy cuerdos:¡sabían muy bien lo que hacían!.

En estas desfiguraciones tuvieron mucho que ver quienes escribieron, no para narrarnos la realidad y sufrimiento observado, sino aquellos detalles que les exigía su imaginación. Qué más quisiera yo, como ser humano, que esas tragedias inconmensurables, las hubiese provocado un demonio, un falso dios, un demente, un irresponsable, en definitiva, un no-humano.

Lo tremendo es que estaban y eran tan cuerdos los que padecían como los verdugos. En estos temas no tiene cabida la sugestión, ni la mentira, ni la enfermedad mental. Todo el dolor era verdad, y verdadera era la humanidad de los criminales; tan evidente, que pusieron toda su inteligencia y sentimientos a hacer sufrir, a destruir, a disfrutar con el dolor de sus semejantes.¡Malditos!.

Imponer el bien es nefasto, pues trae consecuencias fatales, ¡pero algo habrá que hacer!. Tengo por seguro un camino que conduce a ese fín perseguido tan ansiosamente por la humanidad. Se observa desde la antigüedad y como una constante a lo largo de la historia. Ya sea con la elaboración de los primeros códigos, pasando por las reglas de oro de Confucio, Buda, el Jaina, Zaratustra, la Toráh, Jesús de Nazaret, Mahoma, Francisco de Asís, Kant, la Declaración de los Derechos del Hombre (1789), la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), Gandhi, Luther King, Sajarov ...

¡Algo habrá que hacer!..., y no se podrá decir que no se dedican esfuerzos a este milagro de lo humano. Pero el desacierto es patente. Desde lo que yo conozco y vivo, tengo la impresión, de que esto de los Derechos Humanos sale a la luz a golpes, de vez en cuando. Vamos, que no es una filosofía de la vida que haya entrado en la familia, en la escuela, en los sindicatos, en las iglesias, en los partidos políticos, en la empresa, en las fuerzas y cuerpos de seguridad, en las relaciones humanas...

El desbarajuste con respecto a la educación en valores es manifiesto, a mi juicio. No quisiera creerlo así, pero me veo obligado a pensar que de los Derechos Humanos se habla a menudo para quedar bien, y en consecuencia, los convertimos en una mentira, en palabras que se lleva el viento.

Existe una manera de recordar los Derechos Humanos que me parece aconsejable. Se trata de una lectura existencial, tratando de penetrar en la manera de ver el mundo expuesta en los treinta artículos de la Declaración Universal. Para finalizar la lectura basta con dejarse emocionar, con estremecerse ante los sucesos lejanos, pero, no sería suficiente si nos evitamos el examen personal: el analizarlos en nuestro entorno, en nuestra circunstancia.

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