miércoles, 6 de febrero de 2008

MICROENSAYO: TEMAS ESCOLARES

ESCUELA Y GASTOS



GASTOS ESCOLARES
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 2 de octubre de 1995)

La escuela es un lujo para muchas familias por el precio del material escolar y por las demás necesidades que lleva añadidas. En Francia, según ha publicado Le Figaro (21-VIII-95), las familias tendrán que pagar unas 25.000 pesetas por cada miembro escolarizado. Los gastos apenas si son diferentes para las familias españolas: más de 20.000 pesetas para colegios públicos, 50.000 para concertados y 150.000 para los colegios privados, según ha dado a conocer recientemente alguna organización de consumidores. Por estos precios que nadie espere agotar todo un curso escolar, aquí nos fijamos en el comienzo, en lo que cuesta equipar al alumnado de la enseñanza obligatoria para su vuelta a la escuela.

Por estos días de septiembre, al tiempo que los colegios abren sus puertas para iniciar el año académico, se oye el lamento de lo caro que se venden los materiales escolares. Hay quien recuerda, para lo que basta con tener cerca de cuarenta años en adelante, aquellas Enciclopedias de primer grado, de segundo y de tercero, con las que estudiaba toda la familia de una generación a la siguiente. Aquello sí que resultaba barato... a pesar de la fragilidad de las pizarras, imposibles de mantener intactas más allá de unas semanas.

La escuela va convirtiéndose en una carestía al alcance de privilegiados que se pueden costear las exigencias inventadas por los experimentadores pedagógicos, sentenciarán con razón los más críticos. En esto atisbo un camino tortuoso todavía por recorrer. La innovación educativa, por lo general, no ha conseguido siempre mejorar la calidad de la educación, sino un aumento innecesario en los gastos públicos y privados.

Se ha llegado a establecer una relación imperativa, a mi juicio equivocada, como es que a mejor educación mayor presupuesto. Lo mismo que se habla de cesta de la compra para conocer el precio de lo que nos cuesta vivir (IPC), en la que se incluyen los productos básicos, entre otros, los alimentos, la gasolina, la electricidad, el teléfono, la ropa o la vivienda, si abrimos una mochila escolar cualquiera descubriremos el mucho peso y gastos que llevan a sus espaldas los chicos y chicas en su viaje diario a la escuela: media docena de libros, un archivador, varios cuadernos, dos diccionarios, calculadora, bolígrafos, ropa y material deportivo, los útiles para "pretecnología"... el walkman, el bono-guagua, las clases particulares, la excursión fin de curso, el intercambio con compañeros de no sé qué otro centro europeo, el bocadillo y el refresco, unas pesetillas para gastos varios ...
La mejora de medios y recursos empleados en el aula se estima que beneficia tanto a estudiantes como a docentes. La motivación y un sentimiento de confortabilidad en el trabajo, y lo sabemos por experiencia propia, no cabe la menor duda de que ayudan a que se estudie y se explique con mayor soltura y eficacia. La escuela y lo que ella representa no es un organismo muerto, en el que vale lo de una vez para siempre. Por eso mismo exige atención a lo nuevo, capacidad de adaptación e incorporación de todos aquellos medios o estrategias adecuadas para el proceso educativo.

Los nuevos medios llamados a ser incorporados en las tareas de las aulas, como los audiovisuales y la informática, o las renovadas estrategias del profesorado para impartir los contenidos, hasta los reglamentos que regulan la convivencia y participación de los distintos miembros de la comunidad educativa, son empeños serios para mejorar la calidad y eficacia de la escuela, aunque el éxito siga siendo muy discutible. Aquí apunto al fracaso escolar. Contra esta bestia actual no disponemos de remedios inmediatos y contundentes. No deja de ser una paradoja de nuestro tiempo que, junto a las facilidades para estudiar, surja el abandono prematuro de una parte de nuestro alumnado.

Pero, como en casi todo, también los gastos escolares se ajustan al esquema de que unos son obligados y otros prescindibles. El comprar con inteligencia se aplica ya hoy a todos los productos, lo cual quiere decir que no existen motivos para adquirir más de lo que nos es necesario, que comparemos los precios. De llevar a cabo este consejo podemos ahorrar, según estudios franceses sobre los costes escolares, hasta unas 50.000 pesetas. Sucede como en todas las ocasiones que nos dejamos arrastrar por las modas, y estas hasta se ocupan del vestuario estudiantil, de los modelos de las maletas, de los colores de los bolígrafos y de las portadas de los cuadernos.




ESCUELA Y LIBROS DE TEXTO




LOS LIBROS DE TEXTO A EXAMEN
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 29 de septiembre de 1996)

No son nada más que un medio, una ayuda para las tareas educativas, pero hay que ver el papel tan imprescindible que se les ha dado. Este tema me preocupa por lo que observo; unos gastos imposibles para muchas familias. ¡La escuela no puede tener tan alto precio, ni reproducir las diferencias económicas y sociales!.

Conozco la cuestión porque he sido estudiante y lo sigo siendo, porque me muevo en el mundo académico y porque oigo las quejas sobre la carestía de los libros de texto. El desconcierto es mayúsculo, un espectáculo rayano con el absurdo, si no el absurdo mismo. La función tan edificante se ofrece nada más y nada menos que con la escuela de por medio. Me imagino las palabras tan respetuosas(!), en algunas casas, al llegarle a manos del padre o de la madre la lista de materiales escolares; vamos unas expresiones que a oídos de los hijos, sean o no pequeños, les pone la escuela a la altura del barro.

He tenido la oportunidad de leer una de esas listas de pedidos de un colegio de primaria. En nota final exige que todos los textos sean de la última edición (sic), lo cual hace preguntarme, ¿para qué entonces la obligación administrativa de no cambiar de libros de texto al menos durante cuatro cursos?. Junto a los libros de texto, por ejemplo de matemáticas, se piden otros cuadernos de "Cálculo y problemas", y me pregunto, ¿no vale un cuaderno corriente para hacer las cuentas?, porque estos libros de ´cálculo´ vienen repletos de operaciones aritméticas sin más detalles. Libros, como los dos de ´plástica´, que ya no valen para un segundo usuario en el curso próximo, a no ser que los padres pasen una semana borrando la leve escritura del primer usuario y repegando las figuras recortadas. Se pide un diccionario de la lengua española, pero no vale cualquiera, tiene que ser de una editorial determinada; debe ser que esa domina más términos y con más sabiduría que la Real Academia de la Lengua; ¿tengo que entender que si yo tengo otro diccionario, de otra editorial, no vale para las consultas de mi hija?. Si añadimos a la cuenta los gastos de la ropa de Educación Física y el resto de materiales escolares, en un número que no baja de 7 cuadernos, varios diccionarios, los materiales de manualidades y dibujo, algún libro de lectura ... todo junto, además de dinero, suma unos buenos kilos de peso en la maleta diaria de cada alumno.

Por todo esto, y más, me sobran motivos para poner los libros de texto a examen, casi les diré, para ponerme en su contra; no soy el único profesor que prescindo de ellos desde hace años. ¡También se pueden impartir clases sin libros de texto! ¡Se puede mantener una opinión así sin caer en la insensatez?. Voy a intentarlo y la razón estará una vez más en el juicio de quien lea estas líneas, no siendo que yo padezca una deformación observacional, y esto que escribo no tenga parecido con la realidad.


Los libros de texto son a los libros lo que la música militar es a la música. Diré más, a riesgo de ser declarado ´persona non grata´ para el gremio de editores, de distribuidores, de libreros, de comisionistas y otros beneficiarios. Me consolaré pensando que, quizá el gremio sin asociar de familias saqueadas con total desfachatez en gastos de los libros de texto, me escriban al periódico para salir en mi defensa.

Me arriesgo a mantener la hipótesis siguiente: los libros de texto contribuyen proporcionalmente a las ganacias de los editores y demás asociados en la misma medida que aumentan la desgana en el alumnado. Jamás diré que son una ayuda innecesaria, pero de ahí pasar a considerarlos imprescindibles, el paso es demasiado grande. Ni siquiera son el centro sobre el que debiera girar toda la estrategia de la transmisión de contenidos.

La desmotivación del alumnado, en mi opinión, la refuerza la escuela a base de darlo todo hecho. ¿No podrían elaborarse los propios libros de texto los mismo alumnos a medida que pasa el curso y con la dirección del profesor correspondiente?. Ahora que se habla tanto en el lenguaje pedagógico de innovar, de hacer partícipe al alumno en su propio proceso formativo, ¿a qué se espera para cambiar algunas de las peores estrategias escolares?
A favor de los libros lo tengo todo, pero en contra de los que llaman ´de texto´, me ratifico en lo escrito. Para hablar de libros lo primero sería entrar en las bibliotecas de los centros, lugar sagrado, con una atmósfera especial, que le descubriera a los chicos el olor, la textura, la gracia de los libros, pero si es como me cuentan, esto es de película almodovariana. ¿Se imaginan una biblioteca sin apenas libros, todos rotos y que se abre solamente para meter la bicicleta del conserje? Ese centro de primaria existe, y lo dejo como jeroglífico para que se rompa la cabeza el consejero y el viceconsejero, los 81 empleados de libre designación, los 5 de libre nominación y el resto de asesores. Al dar con la solución destaparán otros problemas. Se comenta que la dirección no está en buenas manos; se dice que en la dirección de ese mismo centro concurren hechos impresentables, algo que tiene que ver con los presupuestos para el comedor y con las comidas que sobran. Hasta se rumorean asuntos menores, como que las fotocopiadoras están calientes al entrar el profesorado a trabajar cada mañana. Esto es lo que he oído... el centro, la verdad, es que no sé cual es, pero dicen que se ubica en la costa teldense...



ESCUELA EN CRISIS

LAS CRISIS DE LA ESCUELA
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 2 de julio de 1995)

La crisis que viene afectando, desde tres décadas atrás, a los sistemas educativos del mundo desarrollado y por eso mismo a la misma escuela, es algo que nos preocupa a todos. En este todos están comprendidos los miembros de lo que se ha venido a llamar comunidad educativa, formada por el alumnado, los padres, el profesorado, las instituciones públicas y la sociedad civil. Esta es la comunidad actual, luego está que alguien represente a las generaciones pasadas y las que están por llegar. No tomo esta idea como una salida de tono.

Por una parte manejamos un legado que hemos recibido de las generaciones pasadas, lo conocemos por el nombre de tradición. No es que represente un almacenamiento de costumbres y saberes que sean inmodificables. Caer en el tradicionalismo es un error tan repetido en la historia humana como su contrario, o sea, arrojar todo por la borda porque nos parece tan caduco como ineficaz. Entre los incendiarios y los inmovilistas también podemos buscar un término medio; cambiar lo que sea necesario, porque las cosas están hechas para el ser humano, y conservar aquello que nos sirva para progresar en el camino de la madurez humana.

Al renovar la escuela, por otra parte, estamos proyectando la sociedad futura, un largo plazo que nos superará temporalmente a los que ahora existimos. Para no hipotecar injustamente a las generaciones futuras, es decir, para no embrujarlos con nuestros males presentes, quienes ahora asumimos responsabilidades, desde la "paternomaternidad" a la docencia, desde la ciudadanía de base a los cargos públicos, debemos romper con nuestro futuro para ver un futuro más lejano. Preocuparse por lo más próximo es muy importante, pero no lo es menos mirar lo más lejos posible. Se dice que uno de los errores más frecuentes cometidos por los políticos de hoy en día es su fijeza en proyectarlo todo a muy corto plazo, quizá, ¿para mantenerse en el poder?.

Entre el futuro, sea lejano o próximo, tenemos que contar con el presente sin ignorar el pasado de las personas y de la escuela. La crisis educativa se palpa desde los años de primaria hasta las carreras universitarias, más aún, en la vida misma. A tiempos nuevos le corresponden problemas más complicados. Siguiendo esta lógica, llega un momento en que la escuela no responde a las demandas de las personas para su propio desarrollo integral. Es necesario, entonces, llevar la reforma a las escuelas, a la vida académica. Se trata de adecuar los contenidos y formas escolares a los nuevos tiempos y demandas de la sociedad.

La escuela tiene un papel fundamental en relación con la igualdad social; es el espacio de convivencia en el que los individuos se construyen como personas, que es tanto como armonizar lo individual con lo social. En este sentido también la escuela está en crisis. No está cumpliendo la labor social de allanar las diferencias injustas ocasionadas por la sociedad.


La crisis educativa no merecería mayor importancia si no afectara, como viene sucediendo, a la vida misma de las personas. La escuela no se escapa de sacrificar sus propias víctimas El alumnado que sufre el fracaso escolar para engrosar las cifras de personas sin saber qué puertas abrirles para que no sean carne de todos los males sociales. Las madres y padres desconcertados con la escuela porque ya no saben si se trata de una guardería o en el mayor caso como abogada de los imposibles. El desánimo del profesorado no es una quimera, se constata a nada y menos que les tires de la lengua. No se me olvida que son varios los profesores y profesoras jubilados en los últimos años, que se han ido tristes, derrotados, sintiendo ese vacío existencial de quien evalúa como una pérdida su vida profesional.

A fuerza de esfuerzos personales y de dinero, no se da con la respuesta adecuada para traer paz al ámbito escolar. Nos encontramos metidos de lleno en la crisis, la reforma, el ciclo de los experimentos, y van treinta años, por lo menos, y no sabemos salir de esta situación transitoria. ¿Acaso nos hemos acostumbrado a estar en crisis?. ¿Puede decirse que lo mismo que "la arruga es bella", esto de la crisis en la escuela vende extraordinariamente bien en manos de los políticos y de cara a la sociedad?.

En los países desarrollados los gastos en educación aportados por los presupuestos nacionales son enormes, aunque no siempre suficientes. ¿Hace esto que se tenga que justificar el gasto educativo de algún modo? Ya se han dejado oir voces críticas, que es como si empezaran a sonar tambores de guerra para algunos. El cheque escolar, como bono del estado en manos de los padres para costear la educación de los hijos en el centro que estimen oportuno, no supone la quiebra del derecho social y deber a la educación, pero tampoco aporta, en mi oponión, el remedio que cura de todos los males.

La crisis ha alcanzado de lleno a toda la escuela y ha pasado de crisis a enigma con riesgo de volverse crónico. Empezando por el alumnado que confunde rentabilidad con educación, entretenimiento con aula; alcanzando a las madres y padres que no acaban por darle toda la importancia que tiene a la educación de sus hijos, o se la dan equivocadamente; llegando al profesorado que ya padece el despiste mayúsculo de no saber si educa, si forma, si enseña, si entretiene, si transmite contenidos ... y a los responsables de la administración educativa perdidos en el caos burocrático, político y mental.


ESCUELA Y FRACASO ESCOLAR


EL FRACASO ESCOLAR COMO MAR DE FONDO
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 22 de diciembre de 1996)


El ´malestar en la cultura´, fue el título que S. FREUD dió a una de sus obras más conocidas (Das Unbehagen in der Kultur). Sin entrar en mayores profundidades psicoanalíticas, en el campo de la enseñanza nos estamos encontrando no sólo con el mentado malestar, sino con una marejada de imprivisibles consecuencias. Destaco a modo de ejemplo, la desmotivación del profesorado, el fracaso escolar del alumnado, la dejación, en algunos de sus deberes, por parte de la mayoría de las familias, y la desorientación instalada desde hace años en los despachos ministeriales y de nuestra Consejería de Educación.

Constato cada afirmación anterior con pruebas, tales como, el sentir de los docentes, las estadísticas sobre el rendimiento del alumnado, la escasa participación de las madres y padres en APAS y consejos escolares y, por último, el desconcierto de la administración educativa, que ha fijado mal sus objetivos y desarrollos; en otra palabras, que no ha medido bien sus posibilidades y la realidad de los hechos.

Si nos centramos en Canarias, nada de lo afirmado hasta este momento resulta extraño, el malestar en la enseñanza es innegable. Lo cierto es que, el debate actual se pretende orientar hacia un único problema: el fracaso escolar. Un informe estadístico de la Dirección General de Centros de la Consejería de Educación da a conocer que, en el curso 94-95, el rendimiento escolar no mejoró a pesar de tanta innovación y reforma. Prefiero no entrar en juicios comparativos, de si es mejor o peor el nuevo sistema educativo, porque a fín de cuentas, la realidad es la que manda, y el fracaso en la escuela se ceba sobre personas. Los datos, al margen de las cifras, me resultan llamativos, diría más, los veo con preocupación: ¿qué futuro nos espera? ¿cómo erradicar la pobreza, el paro, la marginación y otros males?¿cómo transformar la sociedad y en qué dirección?.

Para los detractores del nuevo sistema educativo, los datos que se conocen fundamentan el fracaso previsto, por contra, los adictos a la innovación, defienden su esfuerzo, a la vez que, reclaman nuevas estrategias de evaluación. El alarmismo no conduce a ninguna parte, pero pedir cautela ante lo que sucede en la enseñanza suena a desvarío. Ahora bien, si se mata al mensajero, todo se torna sospechoso. Deduzco este parecer por la insistencia, en las últimas fechas, de los gestores de la Consejería de Educación. Y aquí nace mi duda: la calidad educativa, es decir, los aciertos y errores de todo un sistema educativo, se tienen que evaluar incorporando nuevos parámetros, bien, pero, ¿esa actividad necesaria, sirve para darse la razón la Consejería a sí misma, o para modificar sus objetivos (política) equivocados, o para culpabilizar a alguien como chivo expiatorio?.

Los males de hoy vienen sembrados desde tiempo atrás. A menudo tengo la impresión de que en las escuelas ha anidado la resignación y el desencanto. El colapso escolar no ha llegado, ya hace años, porque dentro de las aulas se dan unos mínimos de profesionalidad, quizá más apropiado sería decir, de cumplimiento. La valoración social del profesorado roza los niveles del descrédito: el ´pasas más hambre que un maestro de escuela´ se ha sustituido por el ´vives mejor que un maestro´. En este proceso desmotivador ha desempeñado un protagonismo indudable y triste el Ministerio de Educación y Ciencia, desde los tiempos en que lo capitaneaba J.A. Maravall. El rumbo errático no lo supieron corregir sus continuadores, o no quisieron, suposición que haría su proceder más rechazable.

Se diseñó, entonces, una reforma necesaria del sistema educativo vigente. Hoy, a diez años de aquellos experimentos me cabe opinar como sigue. Si las reformas son cuestión de la administración pública, entonces se debe afirmar que se trata de una ´reforma política´ de la escuela. Si la reforma es obra de determinadas élites de expertos, entonces es una ´reforma extraña´ a la escuela. Muchos hubiéramos deseado una reforma elaborada desde la participación de toda la comunidad educativa. Y nos preguntamos, ¿a qué familias pidieron parecer?, ¿a qué alumnado?, ¿a qué docentes?. No se quiso dialogar con la sociedad, no se articularon cauces de participación, se trató, más bien, de un procedimiento piramidal, de imposición.

El mayor fracaso de cualquier reforma, y esto es válido para la acometida en la enseñanza, sucede cuando cambia sólo el lenguaje. Veamos. Ahora, además de primar sólo los saberes técnicos, se usan términos novedosísimos, ´currículo´, ´conflicto cognitivo´, ´competencia comunicativa´, ´diversificación curricular´, ´diseño curricular´, ´temas transversales´, ´módulos profesionales´, ´E.S.O.´, ´D.C.B.´, ´P.C.C.´, ´P.E.C.´, y una larga letanía que más parece la jerga para iniciados de no sé qué secta. Es lógico y comprensible, que los más destacados defensores de este nuevo sistema educativo, sean los responsables de la administración educativa y otros allegados. ¡Faltaría más! Sería necesario aplicar el psicoanálisis, ya que apareció la palabra al principio del artículo, para saber los intríngulis de sus querencias.

Vuelvo al lado de los docentes. Atisbo que están hartos. La trinchera no está en la edad, ni los más experimentados son los conservadores a ultranza, ni los más jóvenes son adoradores de los cambios. He prestado oído a quienes peinan canas, próximos a la jubilación. Ya llevaban tiempo diciendo que así no se podía continuar, ahora, ante lo que se les avecina, desean adelantar su retiro. ¡Y a fe que rejuvenecen nada más cambiar de tercio!. Eso lo he oído en los últimos años con reiteración, y contemplo cómo se despiden defraudados. Una reforma que quema a las personas, supone la mayor catástrofe para el futuro de la enseñanza e indudablemente para la sociedad. ¿Cómo renovar la escuela? ¿cuál es el elixir de la motivación?. ¡Enorme responsabilidad!

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