miércoles, 6 de febrero de 2008

MICROENSAYO:DEMOCRACIA

DEMOCRACIA I


LA DEMOCRACIA EN SU LABERINTO
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 25 de febrero de 1996)

En España es pésimo el servicio que le están prestando los partidos políticos a la democracia en las últimas campañas electorales. En estos períodos se dejan ver más acusadamente las limitaciones de una cultura política considerada democrática.

En lugar de desarrollar los valores de la libertad y de la independencia personales se acude a los recursos de la manipulación y el falseamiento. Los retos de la gobernación futura no se presentan suficientemente a la consideración de los ciudadanos, y por lo tanto queda amenazada la capacidad para elegir representantes sabiendo de su ideología, su estilo de gobernación y sus enfoques. Al proceder de esta manera se fragiliza la democracia y termina convirtiéndose en mercadeo político, donde los ciudadanos son consumidores en lugar de sujetos participativos.

Un estudioso reconocido de la ciencia política ha denunciado, que las campañas electorales están amenazadas por la tendencia a convertirse en circo político para entretenimiento popular, y en un nuevo tipo de concurso de belleza respecto a los candidatos (Yehezkel Dror). Se completa de esta manera el círculo vicioso del que no se puede esperar nada democrático: los ciudadanos se desinteresan del poder y de toda cultura democrática, y los políticos se aprovechan de la situación para quedarse en el culto a la apariencia. La evolución de la democracia se está quebrando. El Estado no cede poder a la sociedad civil, como es de esperar, porque entre otras razones la población renuncia a aceptar sus cargas de ciudadanía. La consecuencia parece lógica, al Estado se le pide que cumpla con el papel de ser el gran redentor que salve de todos los males. Un Estado que toma toda la palabra y hace callar a la sociedad es el sinónimo del totalitarismo (Hannah Arendt).

Los mismos partidos que se financian con fondos públicos dilapidan, no se puede decir con mayor cinismo, el derecho a la información, al debate y a la reflexión de los electores. Y no existe democracia sin pueblo educado (Y. Dror). El problema reside tanto en las formas y estrategias empleadas para presentarse en público y pedir con un mínimo de dignidad el voto de los otros, como en los contenidos que se presentan como base de reflexión política. Las campañas electorales, desde hace unos años, acusan que nuestra democracia da muestras de debilidad. Se ha profesionalizado hasta el extremo de no ser más que una batalla de expertos en medios de comunicación.

De la debilidad se puede pasar a la desgana, y ese es un mal paso que lo mismo que nos sucede a las personas puede afectar a las sociedades, porque esta patología no diferencia la constitución de sus pacientes. Por poca imaginación que pongamos, una sociedad cansada de vivir en democracia, desapasionada por esta forma de gobernarse, acabará por atraer en lugar de conjurar los peligros sufridos en la historia reciente de Europa. Se podrá convivir con más o menos intensidad en una sociedad democrática, pero si ya no distinguimos ni siquiera esos matices puede que se contribuya a levantar un nuevo totalitarismo emboscado.


Pedir el voto a los electores es una actividad democrática esencial. De igual manera que los electores no debieran jamás conformarse con las migajas de información acerca de la gobernabilidad futura. Por esta razón se hace incomprensible el circo electoral con el que nos sorprenden los políticos. El desprestigio del voto no se produce únicamente en el momento de acudir a las urnas; el voto tiene una vida larga, un antes y un después, momentos que se corresponden con la información ofrecida por los candidatos en los días de campaña electoral y con la transparencia hacia los ciudadanos de la acción de gobierno encomendada.

En abstracto, pudiera pensarse que la democracia, avalada por el paso de los años en aquellas naciones que la han asumido como sistema de gobernación, acabaría superando con facilidad todos los peligros a que se viera expuesta. No es así; de no introducirse mecanismos correctores y críticos, la democracia volverá a quedar atrapada en su laberinto. La república de Weimar (1919-1933) nunca debiera irse de la memoria colectiva, porque fue un fracaso de la libertad, de la justicia y de la fraternidad ante la falsa salvación del nazismo. Si la democracia no libera a los sujetos sólo es formalismo, un artilugio procedimental donde se abusa de la burocracia.

Para salir del laberinto aludido es conveniente redefinir la democracia como forma de gobernabilidad. Durante mucho tiempo se ha pensado que la solución viene de la mano de las instituciones. Hoy ya se escuchan voces de intelectuales, como los que se citan en este artículo a los que debo añadir el Club de Roma, que recurren a una recuperada formación virtuosa de los políticos, para mejorar la capacidad de gobierno. ¡Si la política no atrae a los mejores nos espera un panorama desolador!. Desenmascarar a los candidatos, destapar su oportunismo, descubrir sus razones para la gobernación, beneficia a toda la sociedad porque los electores podrán ejercitar su voto con más base de información. De esta manera podrá erradicarse el circo político y la corrupción, confiando en la acreditada virtud de los candidatos y en la apasionada acción de la ciudadanía.

Entender que la democracia es una forma de vida, cuyo objetivo principal es el reconocer al otro, no es una conversión que afecte a votantes y políticos de la noche a la mañana. Necesitamos una democracia de liberación, que haga sujetos (Alain Touraine). Dicho esto, que en palabras resulta tan sencillo, lo complicado será dar razón de todas estas ideas. Mientras tanto la mejor definición de democracia sigue siendo la libertad, la igualdad y la fraternidad. Un programa para convivir políticamente, demasiado antiguo y tan falto de aplicación.


DEMOCRACIA II


LOS LÍMITES DE LA DEMOCRACIA

(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 21 de julio de 1997)

Humanamente, ya hemos agotado las fuentes del hablar y escribir con sensatez sobre la bestialidad y sinrazón de los terroristas de ETA y sus secuaces de HB, sin excluir a sus miles de votantes; se ha apuntado hacia la ambigüedad del nacionalismo vasco y de la Iglesia allí presente; nadie con sentido común ha negado la desventura del GAL y otros abusos que ensuciaron de indignidad a destacados gobernantes socialistas. En adelante, como ya viene siendo habitual, repetiremos lo dicho, empeñados en recordar verdades como puños: no te atrevas a torturar ni a matar. Los verdugos no nacieron privilegiados por la madre naturaleza para ser insensibles eternamente a la voz de la justicia y de la razón.

En mi opinión se ha dicho todo y de todo. No obstante, no me he encontrado con reflexiones que abordaran con extensión la incapacidad o limitación de la democracia, el asedio a que la someten los grupos violentos. La democracia es un sistema de convivencia social incompatible con la violencia, con la corrupción, con la indiferencia social y con otras malas artes.

Sin embargo, en una tesitura que desconfía de la democracia, se emplazan muchas gentes que opinan en los corrillos de las plazas, de las calles y en las tertulias familiares. Reclaman el ojo por ojo, la pena de muerte, el darle su merecido a los canallas. No se trata de otra voz distinta a la venganza. Por estos derroteros nos encaminamos hacia la quiebra del espíritu democrático, asentado en la defensa del Estado de Derecho, con lo cual se le dan alas a la posibilidad del escarmiento popular. Un fiel reflejo de la situación nos la ofrecía este mismo periódico, el domingo 13 de julio, al publicar los resultados de la encuesta realizada entre jóvenes canarios por encargo de la Consejería de Empleo y Asuntos Sociales (el 65% admite la violencia frente a robos y actos terroristas). Puedo añadir aún más leña al fuego: desde hace cinco años, por lo menos, siempre que pido opinión a mi alumnado sobre la pena de muerte, el 60% no duda en mostrarse favorable.

¿Qué se puede esperar?¿Qué se ha de hacer?. Si los jueces no juzgan a los terroristas y a sus secuaces con todo el peso de la ley, si los partidos políticos siguen su estrategia de pragmatización con HB, ha de llegar un día de la ira, en el que la gente tome la justicia por su mano, harta de la inoperancia de una clase política timorata y embarullada constantemente en no saber hasta donde llega el diálogo y donde comienza la tomadura de pelo.

La confusión en el arte del diálogo deja toda negociación en estado borroso. Se iguala lo inigualable, se equiparan víctimas con verdugos, bienaventurados por la paz y la justicia con esforzados del terror y del asesinato cruel y cobarde, al Estado con ETA; cobra cuerpo la impunidad.


Por otra parte cabe decir, hablando de la violencia, que la democracia no puede tener en la "pena de muerte" la solución a sus desventuras, al asedio implacable de los violentos. Tal vez la cadena perpetua, no contemplada en nuestro país, pero sí en Francia, no estaría de más volverla a reimplantar para casos tan extraordinarios como los de "lesa humanidad". La Constitución ordena en el artículo 25, párrafo 2, que las penas de privación de libertad se orienten hacia la reeducación y reinserción social de los condenados y que se alcance el desarrollo integral de su personalidad. También de los terroristas. Ahora bien, tal como están las cárceles españolas y tal como transcurre la vida de quien cumpliendo años de cárcel regresa a los brazos y entrañas de su camada terrorista, cómo hablar de reinserción sin ser ingenuamente mentecatos?. La cadena perpetua para criminales como H. Parot, Valentín Lasarte... a mí me parecería acertada, educativa, no tanto por el fracaso de su rehabilitación cuanto porque sus crímenes atentan contra la más alta dignidad humana (caso de R. Hess).

Cuando en un Estado están abiertas todas las posibilidades para desarrollar con garantía la oferta política elegida, los grupos terroristas no pueden caer bajo la misma e idéntica cobertura constitucional que quienes se pliegan al Estado de Derecho. Esto mismo le escuchaba a un político del partido socialista balear a raíz del asesinato de Miguel Angel Blanco.

El sistema democrático ni pone fin a la historia, ni es la mejor de las sociedades conocidas, ni siquiera tiene en su poder el remedio contundente e inmediato contra sus enemigos. Le debo al teólogo de Salamanca, Olegario Gonzáles de Cardedal y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, la frase famosa de Böckenforde, atribuida a Donoso Cortés, según la cual:"La democracia vive de potencias que ella por sí misma no puede engendrar". Esas potencias, que me permito interpretar como virtudes y valores, como libertad y responsabilidad en máxima tensión, como prudencia y serenidad, como confianza indudable en el estado de Derecho, no le llegan a la democracia como tampoco los niños nacen con un pan debajo del brazo. La democracia, como la vida misma la van haciendo los ciudadanos todos los días a medida de actuar como agentes participativos, lo mismo que el artesano, el intelectual, el labrador sudan sobre sus campos de trabajo. La democracia puede morir, por éxito a manos de la indiferencia, por agotamiento a causa del asedio y secuestro de los grupos violentos.¡No les permitamos vivir como peces en el agua!.

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