miércoles, 6 de febrero de 2008

MICROENSAYO: GUERRA CIVIL

LAS HISTORIAS DE LA GUERRA CIVIL
(Por JOSÉ MANUEL CASTRO CAVERO. Publicado en el Canarias7 el domingo 11 de agosto de 1996)

En el verano de hace sesenta años los españoles se dispusieron a matarse. Era su respuesta ante la falta de inteligencia al servicio de la ética y el sentimiento para solucionar los problemas de convivencia política. Años de guerra, medio millón de muertos y una posguerra de hambre, miseria, exilio y sufrimiento para todos. ¿De verdad hubo vencedores?¿No fueron más las ruinas?.

Se empeñaron, los unos y los otros, en contarnos una historia que en nada se pareciera a la realidad de aquella guerra. Desfigurada por las ideologías, nuestra última crueldad colectiva, la hecatombe española, sigue siendo una historia sin historia, una guerra en abstracto, un enfrentamiento continuado al abordarla de nuevo. ¿Puede lograrse un mínimo acuerdo para hacer memoria y una memoria justa?

Con la Guerra Civil se han librado otras guerras posteriores, la de la propaganda entre otras. Los libros de texto han servido como campo de batalla preferido y el profesorado de la materia se ha prestado a ser estratega de imaginarias redenciones. De los intelectuales se ha podido esperar más de lo que nos han servido. Durante la dictadura, sólo una verdad, sólo una historia, unos derrotados y unos vencedores. Desde los años setenta, desde donde yo puedo dar cuenta, la verdad, la historia, los vencedores y vencidos habían cambiado en la presentación, pero todo estaba perfectamente encajado. Se modificó el formato, pero la lógica era la misma. ¿Y dónde las víctimas?.

La victoria se convierte en lo importante, y no es de ahora pues desde antiguo la hemos iconizado en estatua y la hemos endiosado. Maldito dogma el que nos asegura que ´vencer o morir´. La consigna para las fuerzas enfrentadas en bandos rivales es la misma: "Se ha de ganar a toda costa"; si no fue en la realidad que sea en la narración. Me doy cuenta, una vez más, de que, ¡no hay sitio ninguno para los perdedores!. La lógica guerrera todavía hoy persiste en los análisis y estudios de aquel conflicto ya pasado por un tiempo de sesenta años. ¿Cómo romper esa lógica?.

La Guerra Civil de los españoles puede caer en el olvido a causa de no saberla memorializar, por motivo de pervertir su historia, un eslabón de su historia colectiva de pueblo, el sufrimiento irremediable de sus gentes. Triste destino de lo humano, que nos olvidamos a toro pasado para acordarnos sólo cuando truena. Olvidar, o no querer saber nada de aquella guerra, no creo que tenga mayores consecuencias, ni nos proteja contra nuevos odios fratricidas. A mí me hiela el corazón solo pensar que todo el dolor de aquellas muertes, el medio millón de muertos, se lo carguen en su conciencia los testigos de aquella tragedia; nosotros, por contra, libres, impolutos de aquella sangre, vivimos como que nada pasó, ciudadanos de fuera de nuestra historia. Esa actitud me disgusta, tanto como la de aquellos que siguen con la espina ideológica de perpetuar el espíritu guerrero.

Toda guerra es un fracaso humano consentido; con la Guerra Civil en España se hizo imposible la convivencia ya trastocada de antes como un laberinto. Una guerra nunca es solución de nada, y eso lo sabemos todos por la propia experiencia de peleas en la vida. Esta condena de la violencia, hasta ahora, no la he leído en ningún libro que trate de este episodio histórico. Cada línea trata de justificar la guerra, la victoria, la maldad de los enemigos, el número de muertos, los gastos, el oro de Moscú, las Brigadas Internacionales, la intervención alemana e italiana, Guernika, la batalla del Ebro, Alberti en el inexpugnable Madrid, la muerte de García Lorca, Carrillo en Paracuellos del Jarama, la paranoia de Millán Astray, los paseos de madrugada para fusilar, los ocho mil curas, religiosos y monjas asesinados, los maquis, Durruti y el anarquismo, el POUM, el presidente Azaña, Antonio Machado ...

Nombres de gentes, manidos hasta la saciedad, pero no para recordar absolutamente a todas. La historia de los famosos me repugna y mucho más convertir en santo y seña de un conflicto nacional a unos por otros, porque a su lado creamos la infra casta de los innombrables, de los anulados de la historia, los no recordables, como muertos que se amontonan en las esquinas de los cementerios de la memoria colectiva, esos son los olvidados, las víctimas más victimadas. Tarea imposible, el olvido se nos cuela por todas las grietas de memoria, por tanto, respeto, mucho respeto, hasta tocar el silencio sagrado de aquella tragedia.

Antes de perder para siempre a las últimas voces de los testigos démosles la palabra, sobre todo en las clases de historia contemporánea. Ellos son los únicos que pueden hacernos entrar en las justas sendas de ese respeto reclamado para erradicar el odio y la venganza, de esa memoria que no olvida y enseña: la anámnesis de la tragedia, del sufrimiento.

Escuchar a un antiguo maquis por las montañas de La Cabrera, entre León y Orense, a Ignacio, mi vecino de La Isleta, que combatió en las filas de los italianos y que recuerda del frente lo imposible de descastarse de piojos, a Ricardo de La Palma, ya fallecido, que participó en las maniobras militares en el Sur de Tenerife en los días previos a la guerra y que notó el ruido de sables, a María, del barrio del Sequero en Ingenio, que me contó las vidas de su madre, enviudada el año ´36, como mi abuela materna, con un montón de hijos a cuestas, sin un hombre para aquellos tiempos de podredumbre.

La Historia de nuestra Guerra Civil se compone de millones de historias, de los nombres de las víctimas. Yo de los famosos, de los héroes por condecoraciones oficiales o intelectuales, de dioses e ídolos no quiero saber nada, me repugnan, me queman en la conciencia, porque se quedan ellos solos en el escenario que es de todos.

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